Ya no es lógico ni racional seguir con la discusión de que si estamos bien o estamos mal como país. La realidad de la falta de divisas, de la escasez de carburantes, del incremento de precios y de otros factores negativos es indiscutible.
Para tomar medidas, lo primero es el diagnóstico y el convencimiento de que cualquier gobierno, llámese de izquierda o de derecha, tiene que poner las cosas en orden con un plan de emergencia y no con preguntas absurdas. Lo que se necesitan son respuestas que tienen que venir de los que administran el país, no de los que los eligieron.
Es tan evidente la situación que se están anunciando medidas preocupantes, como posibles nuevos bloqueos de caminos. Si bien es cierto que la población tiene derecho a exteriorizar su descontento, no es menos cierto que hay medidas como la de los bloqueos, que son un atentado más en contra del pueblo al que se pretende defender.
La gente tiene necesidad de desplazarse de un punto a otro dentro del territorio nacional con absoluta seguridad, sin el peligro de quedarse en medio camino y peor aún entre dos bloqueos.
Los bloqueadores profesionales, muchos gobernantes hoy, se han referido a la necesidad de terminar con esta protesta de perjuicio general mediante medidas legales resultantes de un acuerdo en la Asamblea Nacional, pero pasa el mal momento y retorna la aparente calma hasta la próxima oportunidad.
Este es el momento para acabar con este remedio mucho más grave que la enfermedad. Hay que civilizar el país y este es el momento de hacerlo, porque el camino que estamos recorriendo los bolivianos nos lleva a una meta de terror. ¿Exagerada y pesimista afirmación? La respuesta es otra pregunta: ¿Se puede salir de una situación como la actual sin producir, sin poder importar y sin poder exportar por las limitaciones que existen?
¿Cómo se puede enviar dinero a los estudiantes que eventualmente están en el exterior? Y, ¿cómo pueden los bolivianos que se fueron a trabajar a otros países porque el suyo no les daba una opción y tienen que enviar dinero a su familia que vive en Bolivia y depende de esas remesas?
Esas son las preguntas que los gobernantes deben responder. No es al revés. Por si fuera poco, estamos ya en un período preelectoral. ¿Se va a ofrecer lo que no se puede cumplir? ¿Se va a ofrecer más de lo mismo o un cambio radical?
Mientras se empiecen a articular esas respuestas, una ley que prohíba los bloqueos podría ser el comienzo de un nuevo horizonte. No debemos bloquearnos a nosotros mismos. Ese no es remedio, es otra enfermedad.
