Las PAS

Pedro Rentería Guardo 30/08/2024
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Sin duda que los educadores solemos encontrar -en ese desafío de intentar descubrir en vosotros, chicas y chicos, las mejores cualidades- situaciones pintorescas, curiosas y que nos obligan a reflexionar, más allá de cómo impartir meros conocimientos.

Pues hoy quiero reflexionar contigo. A propósito de cuestiones que planteas y que me ayudan, siempre insistiré en ello, a crecer contigo...

- Padrecito, ¿por qué nadie me entiende y yo tampoco los entiendo?

¡Buena pregunta! En realidad, como te dije changuito, es una pregunta repetida en todas las generaciones. También a la que perteneces y que se la empieza a llamar “Generación Alfa” (los nacidos a partir de 2010). En otra columna desarrollaremos las características de esta nueva generación.

Enseguida necesitaste ampliar tu inquietud:

- Ocurre que hay vivencias, en mi familia o en el colegio, que las percibo de una manera distinta a mis compañeras y compañeros. No sé, padrecito, son sentimientos, sensaciones, interrogantes... necesidad de que me expliquen mejor no sé qué cosas... O necesidad de hablar, de gritar cómo estoy... No sé... no me entiendo a mí mismo. -Y añadiste la “puntilla”, como se dice en el argot taurino- Y los demás viven tan tranquilos, con sus líos... ¿serán gente superficial? Después de un día intenso de clases y de vivir estos rollos que le comento, padrecito, termino agotado. Discúlpeme si le molesto. 

No es la primera vez que escucho este desahogo. Pensé que quizá hay “murmullos” originales en tu interior. Como “ronroneos” (me gustan los gatos) que entremezclan la necesidad de ser escuchado y la urgencia de relajar tensiones. 

Mira: te pongo un ejemplo que muestra también qué diferentes somos las personas. En todas las generaciones, recuerda. Cuando en la Misa, en la Eucaristía, os invito a manifestar peticiones espontáneas -por la paz, por los enfermos, por los difuntos, por la difícil situación del país- suele abundar el silencio: ¿por miedo?, ¿por sentido del ridículo?, ¿por inseguridad? 

Pero no falta una chica o un chico capaces de manifestar palabras con gran sensatez, diríase que desde una experiencia vital de su vida -la pérdida de un progenitor, por ejemplo-, demostrando una madurez singular. ¿Te suena esto de algo, changuito?

Te cuento que llevo tiempo aprendiendo sobre las “personas de alta sensibilidad”. Las PAS, se les llama. El término lo acuñó, en la década de los 90, Elaine N. Aron, psicóloga e investigadora estadounidense, conocida por su trabajo sobre la alta sensibilidad. Describe a individuos con una mayor intuición emocional y reactividad a estímulos externos e internos. Según sus estudios, aproximadamente un 20% de la población posee este rasgo de personalidad.

En las PAS los sentimientos, las sensaciones, son vividos sobreabundantemente. Para nada son superficiales, pero sí grandes observadoras: gestos de los demás, miradas, palabras con doble sentido, ironías, rechazos, desprecios. Se sienten incómodas ante mucha gente y las molesta la luz intensa de los focos. Ciertos olores las resultan insoportables. 

Para ellas todo adquiere un mayor sentido, a veces exagerado, para bien o para mal. No pueden evitar dar mil vueltas a los acontecimientos, buscando cada una de sus aristas, consiguiendo análisis profundos. Diríase que son perfeccionistas. Caritativas, compasivas, las PAS son altamente empáticas. 

Toda esta carga emotiva las agota, las satura. Al igual que tú me dijiste. Por eso necesitáis momentos y lugares para repararos: pasear en soledad, escuchar música relajante, contemplar la naturaleza, hacer ejercicio físico moderado... ¡rezar!

En fin, amiguito, tómate la vida con calma, porfa. Con la cabeza alta, camina con todos tus interrogantes e inquietudes, con todas tus necesidades, sin menospreciar nada ni a nadie. Ni tú ni yo sabemos la lucha que los demás afrontan cada día, como se dice en esos mensajes de las redes sociales. 

Tu manera de ver la realidad es un don, no lo dudes. Un “algo” que te hace especial en este mundo de vulgaridades, corrupción, componendas y politiqueos mohosos.

Permíteme anotar tu última pregunta:

- ¿Usted cree, padrecito, que Jesús, el Buen Maestro, era una PAS? -asentí con la cabeza y, despacito, me regalaste tu sonrisa. Gracias. 

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