Criterios sobre los resultados del Censo

EDITORIAL Editorial Correo del Sur 01/09/2024
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Los departamentos con altos niveles de emigración, sobre todo, estaban conscientes de que los resultados del Censo Nacional de Población y Vivienda 2024 iban a ser un dolor de cabeza. Sabían de antemano de su bajo crecimiento poblacional. Ahora viene la segunda parte de esa tragedia: las modificaciones en la distribución de los recursos fiscales.

Pese a eso, los resultados preliminares conocidos oficialmente el jueves fueron un balde de agua fría para la mayoría en el país.

Nadie esperaba una cifra de población tan baja a nivel nacional. Los datos del INE, cuyo trabajo ha sido avalado por la sociedad civil y los socios internacionales que acompañaron el proceso, dan cuenta de que, 12 años después del último censo, Bolivia pasó de 10.059.856 a 11.312.620 habitantes, lo que supone un crecimiento aproximado de un 12%, poco más del 1,3% anual.

En el pasado ya se había advertido de que las estimaciones del Instituto Nacional de Estadística (INE) estaban siendo generosas. Si 2012 era un año de expansión económica y optimismo, 2023 fue todo lo contrario: el precio del crudo cayó en 2015 y desde entonces Bolivia entró en problemas de sostenibilidad agravados en los últimos tres años, justo después de pasar una pandemia atroz.

El pírrico crecimiento revelado preliminarmente por el INE invita a dejar de lado la reivindicación y asumir una posición reflexiva sobre los problemas de sostenibilidad inminentes que puede provocar la ecuación resultante. Faltan muchos datos por corroborar y conocer, pero, por lo pronto, los expertos señalan tres causas fundamentales: pandemia, migración y baja natalidad.

Los datos de víctimas de la pandemia siempre fueron mal sistematizados, pues el exceso de registros oficiales de aquellos años invita a pensar que se triplicaron los fallecidos indicados desde los ministerios —tanto los de Jeanine Áñez como los de Luis Arce—, que además hacían estadísticas respecto a la población estimada por el INE, que, ahora se sabe, eran demasiado optimistas. El desarrollo de los datos completos permitirá seguramente verificar esta información.

Por otro lado, es necesario conocer el estimado de datos de migración. Varias ONG y los datos oficiales en España, por ejemplo, indican que la comunidad migrante boliviana se ha reducido, algo en lo que tiene que ver el escaso margen de ahorro que se logra pese a la dureza de la migración. Otra cosa es la migración interna, donde queda patente que las regiones periféricas apenas crecen al 5% mientras que en el eje central del país suman por encima de 10%.

El dato más revelador es precisamente el que hace a los nacimientos: la tasa de natalidad ha bajado de un 30% a principios de siglo a un 21% en la actualidad, y de cuatro hijos por mujer a 2,6 actuales. Y sigue bajando, pues afortunadamente se ha trabajado bien en la prevención de embarazos adolescentes.

Ser pocos tiene sus pros y sus contras; esto último, sobre todo, si está migrando la gente mejor preparada técnica y académicamente. Ser menos y envejecer rápido obliga a tomar decisiones y planificar el futuro del país con tino. Ser menos, concentrar la gente en el eje central y dejar las fronteras a la intemperie, tiene también otras implicaciones.

No parece que sea el mejor momento para pelear por un diputado más o menos, ni siquiera por los recursos que se distribuyen ligados a la población y que deberían tener en cuenta otros criterios. Es tiempo de pensar en un país sostenible en el largo plazo.

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