Fujimori y Bolivia

EDITORIAL Editorial Correo del Sur 15/09/2024
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Alberto Kenya Fujimori Inomoto, el hijo de migrantes japoneses que sorprendió al mundo al convertirse en presidente de Perú el 28 de julio de 1990, fue sepultado este sábado en un cementerio privado de la periferia de Lima. Decir que también se estaba enterrando una etapa de la historia peruana es demasiado prematuro, puesto que el expresidente deja un legado político en una corriente que lleva su apellido y, aunque su preferencia electoral no pasa del 20 por ciento, todavía tiene importante presencia en la vida política del vecino país.

Empero, ya pasó más de una generación desde que Fujimori irrumpió en la política de Perú, así que ya es posible evaluar no solo su gobierno, sino la transformación que sufrió este de constitucional a dictatorial.

Fujimori fue un fenómeno político porque cuando se postuló como candidato a la presidencia, al frente de la organización Cambio 90, era prácticamente un desconocido, pero ocupó el segundo lugar con el 29,09% frente al 32,61% del Frente Democrático de Mario Vargas Llosa, que en ese momento era el peruano más famoso. Con esos resultados, ambos pasaron a la segunda vuelta, que favoreció al “Chino” con el 62,50% de los votos válidos.

Para que Fujimori gane en esas elecciones fue necesario que Perú se hubiera puesto al borde del abismo no solo por la crisis económica que soportaba, sino por el desangramiento que ocasionada el frente terrorista Sendero Luminoso. La masa votante, cansada de los políticos tradicionales, optó por el cambio, que veía encarnado en Fujimori. Él, durante su primer gobierno, se convirtió en toda una estrella.

En aquella primera gestión, Fujimori coincidió temporalmente con el gobierno de Jaime Paz Zamora en Bolivia y ambos simpatizaron debido a que no tenían contradicciones ideológicas. Eso posibilitó que en enero de 1992 se concrete una reunión de ambos presidentes en Ilo, capital del distrito y provincia del mismo nombre en el departamento peruano de Moquegua. El resultado de esa cita fue el acuerdo por el que Perú le cedía a Bolivia el uso irrestricto de Ilo, tanto para actividades comerciales (léase exportación de productos) como recreativas; es decir, que los bolivianos acudan a sus playas a disfrutar de ellas.

Quien haya llegado hasta Ilo probablemente solo haya visto una larga playa de arena blanca, pero, que no se engañe. El acuerdo incluía el uso de un almacén techado de 1.500 metros cuadrados y con capacidad para operaciones en 9.000 metros cúbicos, zonas abiertas con carpeta asfáltica de hasta 33.000 metros cuadrados y un área abierta de piso armado de 18.000 metros cuadrados. Entre otras facilidades portuarias está el uso irrestricto de dos muelles, uno privado y uno nacional, El muelle nacional permite acoderamiento de buques de hasta 30.000 toneladas y cuenta con las siguientes dimensiones: 302 metros de largo por 25 de ancho y cinco metros de elevación. Entre las facilidades de carga y descarga está el uso de un equipo de manipulación de carga consistente en dos grúas, una balanza, 11 elevadores, siete vagonetas, dos remolcadores, así como equipo de seguridad, extintores y ayudas de navegación.

Han pasado más de 32 años de esos acuerdos y ningún gobierno boliviano ha aprovechado las facilidades que ofrece Perú para el uso del puerto de Ilo. Con el paso del tiempo, Fujimori se convirtió en dictador, cayó en desgracia y hasta fue encarcelado. Finalmente, el cáncer lo derrotó y ayer fue enterrado. Ilo no ha cambiado desde la firma de los acuerdos bilaterales.

Sería útil que algún gobierno —ojalá este— analice la posibilidad de sacar el mejor provecho de las facilidades que otorgó el gobierno de Fujimori y siguen vigentes al presente.

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