Ecocidio: Flagrante y reiterado

PAREMIOLOCOGI@ Arturo Yáñez Cortes 16/09/2024
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Prueba que demuestra más allá de toda duda razonable la estupidez de la especie humana –al menos en este aspecto– constituye el ecocidio flagrante (nunca más cabal el término, pues proviene del latín ‘flagare’: “Arder o resplandecer como fuego o llama”) y lo peor, reiterado, pues como los anteriores años se perpetra y reitera en nuestro país y sus alrededores producto, principalmente, de nuestra acción y omisión.

Mientras el legislador ordinario (pese a las leyes No. 1333 y 1700) no ha –por si es que serviría de algo, dado el estado calamitoso de nuestro sistema de justicia– tipificado en concreto el delito de ecocidio y se dedica en la materia a phajpakear con algunas contra reformas que afean aún más ese sistema; la realidad todos estos últimos años nos quema –literal– destruyendo cada año y nuevamente, millones de seres vivos, vegetación, humanos, bienes y otros, es decir, nuestro presente y futuro. Todo, ante la pasividad, si no complicidad y/o mediocridad, de quienes están obligados por ley para hacer algo al respecto, para empezar, oportunamente –prevenir se llama– y no cuando otra vez literalmente, las llamas ardan. Ej.: show de trasladar todo el gabinete, cuando el daño ya estaba consumado.

La estupidez alcanza extremos olímpicos de las grandes ligas cuando, en medio de ese dantesco panorama, no podía faltar algún grupo que anuncia para hoy el inicio de bloqueo de caminos hasta las últimas consecuencias, cuando una parte importante del país arde en llamas; otros (los ex “hermanos” y sus huestes) siguen agarrándose de las mechas para seguir empernándose en el trono y así sucesivamente. Da para el récord Guinness de la estupidez y la indolencia, probando aquello de Sun Tzu: “El gobernante cobarde le prendera fuego a su propio país con tal de reinar sobre sus cenizas”. Mutatis mutandis.

Aunque no soy de aquellos –ingenuos, para ser educadito– que ante ese tipo de problemas con múltiples causas y efectos, plantean como receta mágica inmediata una reforma y/o agregado al Código Penal o el clásico aumento de la pena de algún delito ya existente; convengamos que si la prevención especial y particular podrían aunque sea a título de simbolismo si es que no populacherismo penal funcionar aunque sea bajo esos términos, la omisión de la Asamblea Legislativa es también flagrante: no ha tipificado en concreto el delito de ecocidio pese a las en su mayor parte inútiles reformas (en realidad, contra reformas) que suele aplicar para la grada; más allá que hay que dejar también claramente sentado, por la multiplicidad de sus causas, la vía penal no será suficiente para un problema de tal magnitud cuya solución no pasa solamente por la represión penal o es manifiestamente insuficiente. Alguito ayudaría por lo menos…

En doctrina, el delito de ecocidio se plantea –está en construcción– cuando se producen daños masivos o destrucción ambiental en un territorio, parte de uno o más países o con consecuencias a escala global, impidiendo su capacidad de autorecuperarse a mediano plazo. Se suele asociar con el daño causado por un agente vivo que directa o indirectamente puede infligir esos daños, matando especies en un ecosistema para interrumpir su estructura y función.

Es decir, exactamente lo que estamos sufriendo desde hace varias semanas -el gobierno recién se dio cuenta, cuando las papas ardían- e insisto, lo peor es que cada año ocurre lo mismo, sin el menor intento de la prevención y hasta con el encubrimiento sino complicidad de quienes están obligados por lo menos tratar de evitar, como parte de su “servicio público”.

Eso sí, no soy tan gil como para esperar todo del padrastro Estado, por lo que también nosotros como ciudadanos tenemos nuestra parte, debiendo a mi juicio reparar en el rol perverso de los chaqueos como parte de las prácticas agrarias, pues los que saben, identifican a esa perniciosa como usual práctica, como la principal causa del desastre ambiental que en la versión 2024, ya ha causado otra vez millones de víctimas inocentes e indefensas. “Ninguna especie que se diga inteligente destruye su propio ecosistema” (Anónimo, circula en las RRSS).

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