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¡Es el poder, estúpido! (*)

Hernando Calla 23/09/2024
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No hago sino parafrasear un slogan en la campaña electoral de Bill Clinton de 1992… ¡Es la economía, estúpido! Aunque sería quizás oportuno retomarlo tal cual para desestimar las pretensiones del MAS oficialista de seguir en el poder a pesar de la crisis económica, hoy me parece más interesante esta reformulación que proponemos para abordar lo que está en juego en las movilizaciones del MAS evista contra el gobierno: la pelea encarnizada por el poder.

Lo que me interesa es indagar sobre la disonancia que surge cuando se dice, por ejemplo, que ‘el gobierno de Arce tiene el poder pero es débil’, aludiendo a que tiene en sus manos el aparato estatal tanto impositivo (impuestos, aduana, etc.) como represivo (policías, fiscales, jueces) y el control de las organizaciones sociales oficialistas (COB, CSUTCB, Pacto de Unidad), aunque todo ello le sirve de poco para enfrentar el despliegue de otros persistentes poderes por fuera del gobierno: el evismo, los cocaleros, el narcotráfico, los cooperativistas mineros, transportistas, gremiales, etc.

Esta misma disonancia aparece cuando se escuchan consignas del tipo “Lucho/debilucho, abroga las leyes incendiarias”, mezcladas con refritos de otras épocas como “Lucho/cabrón, andáte a washingtón”, más plausiblemente reemplazadas hoy por ‘Lucho/canastas, no huyas a Caracas’ o ‘Lucho/tilín, otro tribilín’.

Distan mucho de los motes que le ponían al ex ministro de economía de Evo Morales, “Superluchín, “superministro de la chequera” u otras de la “época dorada” del presidente Arce (cuando compraba alfombras persas para las oficinas del Ministerio de Economía), aunque él prefiera no acordarse. Hoy en cambio como presidente tiene que lidiar con la escasez de dólares y falta de combustibles provocada por él mismo como ministro. Por ahora se encuentra acorralado por dos flancos ominosos: el evismo que ha decidido pedir su cabeza dizque por incapacidad para el cargo (menos discretamente, piden adelantar su salida del gobierno como estrategia para que Evo quede habilitado como único candidato del MAS) y por una crisis económica que amenaza con hacer naufragar de todas maneras su gobierno.

Algo impensable hace unos años cuando denunciábamos el abierto desprecio del gobierno del MAS por el estado de derecho y las violaciones a los derechos humanos, principalmente de los opositores al régimen y los dirigentes sociales no alineados con el MASismo. “Mientras las cosas no le afecten a los bolsillos de la gente”, nos decían, “esas quejas contra el gobierno son puro lamento boliviano”.

Hoy la devaluación de facto, la caída de la actividad económica y la disparada de precios ya están más que vaciando los bolsillos de la gente; en consecuencia, la legitimidad y credibilidad del gobierno de Arce Catacora se está yendo a pique por estas razones económicas, lo que ameritaría quizás escribir otra nota sobre las variables macroeconómicas en términos del slogan gringo ¡es la economía, estúpido!

Pero en esta ocasión, la división del MAS entre evistas y arcistas nos da la oportunidad de dilucidar la distinción conceptual entre el poder y la fuerza, es decir, entre el poder político de los unos y la fuerza gubernamental de los otros. En efecto, la prolongada pulseta entre Evo y Arce está adquiriendo ribetes de una clásica confrontación entre poder y gobierno, esto es, entre el poder político corporativo que aún tiene Morales entre sus bases cocaleras del Chapare y otras organizaciones campesinas de tierras altas (Cochabamba, Potosí) y la fuerza gubernamental que controla Arce como titular del poder estatal, incluidos funcionarios gubernamentales obligados a conformar ¡grupos de choque parapoliciales! (como se ha podido constatar una vez más en la “marcha para salvar Bolivia” del evismo hacia la sede de gobierno)

Sin esta distinción arendtiana entre poder y fuerza (o violencia, según Hannah Arendt), hay una aparente contradicción cuando se dice, por ejemplo, que a los bandos confrontados del MASismo “sólo les interesa el poder”. En efecto, lo que ambos quieren es preservar (Arce) o acceder (Evo) al poder estatal en las próximas elecciones, para así detentar la fuerza de gobierno materializada en el control del poder ejecutivo, legislativo y judicial, y los aparatos represivos del Estado (que en teoría monopolizan la violencia).

Y esto es así, independientemente de que ambos adornen sus movilizaciones (Evo) o contraofensivas (Arce) con justificaciones engañosas si bien verosímiles en la coyuntura: “sólo nos preocupa la economía del pueblo afectada por la falta de dólares” o, del otro lado, “preocupa que ‘el hermano Evo’ intente desestabilizar al gobierno del pueblo que pretende resolver los problemas económicos mediante el diálogo”, etc., etc.

Por detrás de las justificaciones o acusaciones mutuas, lo cierto es que el gobierno tampoco está dispuesto a utilizar la fuerza o “el monopolio legítimo de la violencia” contra los movilizados en la marcha evista justamente porque no quiere dañar su imagen entre las bases que le votaron en 2020, cuando aún pretende reelegirse en 2025. De otro modo, no se explica que no se anime a utilizar a la policía para desarticular al sujeto político de una marcha con un propósito abiertamente sedicioso: un supuesto “Estado Mayor del Pueblo” con el objetivo de pedir la “renuncia del presidente” a fin de que se “adelanten las elecciones”.

Si volvemos a la expresión inicial de que “el gobierno es débil, aunque tenga el poder”, lo que se pretende decir es que Arce, si bien aún detenta la fuerza ejecutiva del Estado, su gobierno tiene cada vez menos poder en términos de legitimidad de origen y credibilidad de desempeño.

Desde inicios de 2023, el “modelo económico social comunitario productivo” diseñado por el ex ministro de Planificación Carlos Villegas e implementado por el ex ministro de Economía Luis Arce Catacora, ha perdido total credibilidad y ha demostrado ser un espejismo autocomplaciente si es que no es simplemente un fraude mayúsculo. Y es que los efectos destructivos del supuesto modelo se han hecho patentes para la mayoría de la población (incluidos los evistas que ahora le enrostran a Lucho la crisis económica como si Evo no tuviera ninguna responsabilidad en ello) y no se ven salidas de la misma, al menos en el corto y mediano plazo.

Por lo mismo, el gobierno de Arce también ha perdido poder en términos de su legitimidad de origen, como cuando obtuvo en 2020 el apoyo del 55% del voto popular y que le será imposible replicar en las próximas elecciones. Y es que, por mucho que aún tenga de su lado a las organizaciones sociales cooptadas por el MAS desde un inicio, es seguro que el gobierno perderá buena parte del apoyo electoral que le daban las bases de esas organizaciones y en el que se sustentaba su poder y autoridad.

Para caracterizar esta fase de la coyuntura, antesala de una probable convulsión social que seguirá a la agudización de la crisis económica, como un fin de ciclo acelerado por la división irreconciliable de las dirigencias y bases del MAS que protagonizan luchas encarnizadas por el poder, nada más apropiado entonces que adaptar a nuestras propias circunstancias el de otro modo arrogante reproche tecnocrático: ¡Es el poder, estúpido!

* El autor pertenece a la plataforma Una Nueva Oportunidad, que fomenta el debate plural pero no comparte necesariamente sus puntos de vista.

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