Triste, pero real

Gastón Solares Ávila 27/09/2024
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Hasta hace poco tiempo se escuchaba intensamente el eslogan optimista presidencial que afirmaba que “estábamos saliendo adelante”, cuando todos sentíamos que nuestro país se dirigía al abismo, lo que el Gobierno se empeñaba en desmentir afirmando que los problemas eran circunstanciales y consecuencia de las especulaciones de los opositores y de los “opinadores”.

Aseguró que el modelo económico social, comunitario y productivo funcionaba perfectamente y que por eso Bolivia era el país de mayor crecimiento económico en la región, lo que el señor presidente ratificó durante la visita de su colega, el Presidente paraguayo, que gobierna su país haciendo todo lo contrario de lo que hace el nuestro, es decir, atrae capitales, garantiza la seguridad jurídica, crea y difunde incentivos, fortalece las cámaras de industria y comercio binacionales, todo lo que sintetiza la política adecuada que consiste en atraer inversiones productivas a la región, lo que hizo Bolivia cuando se descubrieron los pozos de gas y se construyeron los gasoductos, ingresos que permitieron la inversión en carreteras, un acierto que hay que destacar como excepción. Lo demás, ese ingreso extraordinario en la vida de la nación, se fue en subvenciones y gastos.

Si bien es cierto que las subvenciones mantuvieron la estabilidad en los precios de los carburantes y de la paridad cambiaria, es mucho más cierto que distorsionan la realidad y nos alejan de la objetividad hasta que llega un momento en que hay que poner las cosas en orden y no hay con qué, porque se ha elegido ese camino en lugar de ajustes económicos esporádicos aunque de menos imagen y apoyo popular.

El problema en nuestro país se ha vuelto casi exclusivamente político. Tiene prioridad la lucha por el poder entre las dos fracciones del partido más importante de Bolivia. ¿Ganará el expresidente que manejó durante cerca de catorce años los extraordinarios ingresos que tuvo el país, el que ahora pretende ser candidato otra vez aunque sea contra las leyes y la Constitución, el que tiene la acusación del fraude electoral? ¿O el actual Presidente que fue Ministro de Economía de su entonces jefe, que desde fines del 2020 maneja los fondos que quedaron de las exportaciones de gas, y que recurrió inclusive a las reservas del Banco Central?

El Gobierno está dedicado a esta pelea. Ni siquiera está apagando incendios, ni los reales ni los de sentido figurado. La situación económica está a la deriva, no hay dólares y nos dice el Presidente que le preocupa que nos preocupemos de la falta de dólares. ¿No sabrá que sigue siendo la moneda más fuerte del mundo? El sistema financiero boliviano está otorgando tarjetas de crédito para viajes al exterior con limitaciones increíbles y con montos cada vez más ridículos. El viajero no puede siquiera utilizar su propio dinero, que tiene en los bancos; se ve obligado a llevar billetes con el riesgo que esto implica, por supuesto previa declaración firmada y estricto control.

En el exterior, el dinero en efectivo se usa cada vez menos. Hasta los servicios de taxis se pagan con tarjeta, así como los tickets para paseos turísticos que se compran en las calles. Estamos en un país en el que no se puede viajar al exterior, no se puede enviar dinero al exterior y no se puede recibir dinero del exterior.

La única forma de salir de la pobreza es produciendo. La producción crea fuentes de trabajo, genera valor agregado y se vale del comercio internacional. Ninguna de las partes en conflicto se refiere al tema.

¿Y la oposición? Tiene varios candidatos, pero preocupa el número, la falta de diálogo, la experiencia de elecciones anteriores que no permiten votar por el mejor. Solo se podrá hablar de oposición cuando se tenga alguna posibilidad de alcanzar el poder y para eso se precisa inteligencia, desprendimiento y capacidad. Bolivia necesita la ayuda de Dios.

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