Deliberadamente no he querido titular esta nota como “Despedida”, puesto que esporádicamente continuaré con mi columna. Sin embargo, ya no habrá día fijo. Hace 36 años nació en Sucre Correo del Sur llenando una urgente necesidad, pues hacía décadas que la Capital boliviana no contaba con un medio escrito de información. Fue la prestigiosa y tradicional familia Canelas, tan vinculada a la prensa nacional y especialmente a la cochabambina, la que hizo posible y con tanto éxito la aparición de Correo del Sur.
Su primer director fue don Fernando Ortiz Sanz, escritor, poeta y distinguido intelectual boliviano; el segundo, don Jorge Suárez Suárez, dilecto escritor y periodista, fue el sucesor desde 1992 hasta 1998, año de su repentino fallecimiento. Fue el que me convirtió en columnista cuando como “solicitada” remití al Correo una nota como presidente del Automóvil Club Boliviano Filial Sucre, en la que protestaba por la determinación del gobierno de entonces por transferir el poder deportivo nacional a otra entidad recientemente creada. Como consecuencia de esa circunstancia, me invitó, quizá mejor dicho me conminó, a escribir una nota semanalmente, dando así nacimiento a mi columna que tiene más o menos 30 años.
Hoy quiero expresar mi sincero agradecimiento, en primer lugar, a Correo del Sur, prestigiosa empresa periodística de la que me siento parte; a mi amigo y actual director Marco Dipp, que ha comprendido que a mis 82 años tengo que bajar mi ritmo de vida, especialmente teniendo todavía obligaciones empresariales, invitándome, además, a escribir eventualmente y a seguir escribiendo, especialmente cuando existan motivos importantes, sobre todo los relacionados con nuestra ciudad, oferta que valoro y aprecio en alto grado.
Mis notas han dado origen a varios libros: “Mis dos pasiones, mi ciudad y mi país”, “Bicentenario del Primer Grito de Libertad en Hispanoamérica”, “Sucre, la Ciudad del Chocolate”, “Sucre, Riqueza e Infortunios de la Cuna de la Libertad Hispanoamericana”. Además, a los dos últimos: “Perdido en el Cañón del Diablo” y “Sucre, luces y sombras”. El primero y el cuarto son compendio de mis diferentes notas, pero todos, ciertamente, tienen de base la experiencia adquirida.
Finalmente, quiero también agradecer a mis lectores, a los que están en Sucre y a los que están lejos, en el interior o el exterior del país, por sus sugerencias que siempre fueron tomadas en cuenta y por sus palabras de aliento que sirvieron de singular estímulo.
Aunque mi intención nunca fue efectuar críticas negativas que hieran sentimientos personales, me disculpo si acaso involuntariamente lo hice alguna vez, reiterando que mi compromiso es con Sucre y con el país y que toda crítica siempre tuvo una propuesta, como lo demuestra el planteamiento hecho en mi último libro, “Sucre, luces y sombras”, que ojalá llegue a buen puerto para beneficio de todos nuestros conciudadanos.
