Cuando uno se divide en dos se debilita y es más fácil de vencer. Esta regla básica de las sociedades se puede aplicar a pie juntillas en lo que viene sucediendo con la pugna interna en el MAS entre las fracciones que apoyan a Evo Morales, por una parte, y a Luis Arce, por otra.
Estaba claro que, si le pelea llegaba lejos, el Movimiento Al Socialismo (MAS) se iba a dividir, igual que ocurrió con partidos políticos del pasado, como fue el caso del Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR). Este, vale la pena recordarlo, era imbatible antes de sus pugnas internas. En los tiempos que corren nunca se previó, por lo menos en su real dimensión, el efecto de la división masista.
El ‘evismo’ no es una organización política, aunque funcione dentro de una, por ahora. Se trata de una agrupación de otra índole, con raigambre sindical e incluso, mientras Morales siga vinculado al Trópico de Cochabamba, sospechado de recibir financiamiento ilícito. Debido a ello, su fuerza llega hasta donde alcanza el influjo de la zona del Chapare, que está señalada regionalmente de ser la principal productora de cocaína.
Los bloqueos, todavía vigentes este fin de semana, por lamentable que sea, sirven para ubicar con precisión cuáles son los baluartes del evismo. Y una vez que han sido identificados resulta lógico suponer que los organismos internacionales de lucha contra el narcotráfico tienen una nueva línea de investigación servida para saber hasta qué punto los líderes de los bloqueos están involucrados en esa actividad fuera de la ley.
En los últimos días se han ido debilitando progresivamente los puntos de bloqueo que no estaban ubicados en el departamentos de Cochabamba y no por instrucción de Morales, sino porque llegó la festividad de Todos los Santos. Entonces, esa es el área de influencia de Evo, la zona cocalera de Cochabamba que, como todos sabemos, no representa al país entero; ergo, el movimiento de Morales se está reduciendo a su núcleo geográfico duro y podría acabar en lo que fue Condepa (Conciencia de Patria) en su momento: un partido político que alcanzó a irradiarse más allá de las montañas de La Paz, pero se concentró en las faldas del Illimani. Fenómenos similares, aunque fundamentalmente en lo cuantitativo.
Por ahora, el presidente Arce tiene para sí a lo que queda del MAS que, también en términos cuantitativos, sigue siendo mucho, sobre todo comparado con la siempre dividida oposición. Pero también ha quedado en evidencia que se trata de una militancia fuertemente clientelar, lo cual significa que su lealtad se acabará cuando deje de recibir beneficios económicos, sea bajo la forma de cargos, contratos u otro tipo de prebendas.
Ahora bien, la coyuntura política determina lo siguiente: debido al bloqueo que mandó a ejecutar sin consideración alguna, el expresidente Morales perdió muchas de las simpatías que todavía conservaba, especialmente entre quienes mantienen sus creencias en un ejercicio político limitado a izquierdas y derechas.
Ante las denuncias en su contra por supuestos abusos sexuales, no vio más alternativa que mandar a sacrificar a sus seguidores durante tres semanas en bloqueos que son duros de sostener. Cualquier cosa, no importa cuánto les cueste, con tal de seguir vigente en su carrera política. Su candidato presidencial sigue constitucionalmente invalidada y el tiempo le apremia.
En cuanto a Arce, resta saber cómo saldrá su imagen después de esta pugna con su nuevo archirrival. Desde los primeros días de la medida de presión, se ha demandado mano dura contra los bloqueadores y a medida que la protesta se extendía, esa exigencia prácticamente se hizo generalizada. Eso, sumado a la crisis, pudo haber mellado en la popularidad del mandatario. Pero, el conflicto sigue en curso y como Morales tiene todas las de perder, no extrañaría que Arce termine mejor parado que el líder radical.
¿Se puede decir que los primeros “ganadores” de esta crisis sean los opositores, si, retomando la idea inicial, el MAS, dividido, corre el riesgo de perder las próximas elecciones generales? La respuesta no es tan fácil porque hay múltiples factores a considerar, como la presencia de candidatos satélites —los hubo en las últimas elecciones— cuya participación afecta a unos y contribuye a otros. Amanecerá y veremos.