La cuestión del conteo rápido

EDITORIAL Editorial Correo del Sur 04/11/2024
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El bloqueo de Evo Morales ha anticipado prematuramente unas elecciones nacionales que estaban previstas para 2025. Su insistencia en volver a ser candidato a la presidencia, primero, y el pedido de renuncia del presidente Luis Arce, después, nos recuerda que la crisis más importante de los últimos tiempos se produjo entre octubre y noviembre de 2019, a raíz de los resultados de las elecciones generales de entonces.

Ese año debutó el sistema de Transmisión de Resultados Electorales Preliminares (TREP) que no era otra cosa que un conteo rápido manejado por el propio Tribunal Supremo Electoral. 

En todos los países del mundo y desde hace muchísimos años se aplica un sistema de transmisión rápida de datos, fundamentalmente digitalizado: los responsables de cada mesa envían los resultados a un centro de cómputo —antes era por voz y ahora por fotos— que sin ser cotejados con el original se daban por válidos, mientras que en paralelo los tribunales electorales o quienes sean responsables, hacen el cotejo oficial. Es así como países de 80, 100 o 200 millones de personas tardan apenas un par de horas en presentar sus resultados que posteriormente son homologados con apenas corrección de décimas. 

En Bolivia nos hemos convencido de que se puede ganar en mesa y de que somos todos medio torpes y no sabemos rellenar un acta, pero no es así. El sistema de transmisión rápida de datos ya se había utilizado en el referéndum de 2016 sin problemas y también en las elecciones judiciales, que eran mucho más complejas.

Lo que sucedió en 2019 fue otra cosa. Varios tribunales electorales habían abandonado sus cuarteles generales para instalarse en cómodos hoteles, hasta donde se tiraron nuevas redes de comunicación. Después alguien anunció que el sistema rápido daría resultados hasta el 80 por ciento y después habría que esperar. Se entendía entonces y ahora que, con ese 80 % de votos escrutados, las tendencias ya serían tan definitivas que se podría festejar, pero, una vez más, la realidad fue diferente.

El candidato Carlos Mesa empezó ganando, pero Evo Morales comenzó a darle vuelta pasado el 20%, la distancia se fue abriendo poco a poco hasta llegar al 7% con el 80% de las actas transmitidas. En ese momento se paró el cómputo y eso provocó sospechas que degeneraron en protestas. Cualquier matemático podía explicar que para aumentar un 3% en el 20% restante hacía falta un resultado arrollador por parte de Morales, muy lejos de la tendencia exhibida en el anterior 80%... y sin embargo sucedió.

Casi 24 horas después, la distancia había aumentado al 10,45% y Morales se declaró ganador sin más preámbulos, el resto es historia conocida sobre la que cada cual tiene su enfoque.

La transmisión de voto rápido se suspendió para 2020 y vivimos uno de los momentos más vergonzosos con todo el país pendiente de que las consultoras privadas se atrevieran a publicar sus datos de pie de ánfora con los que el MAS ganaba sobradamente. El TSE lo confirmó casi una semana después.

En todo este tiempo no se ha hecho la pedagogía suficiente para recuperar un sistema que utiliza todo el mundo, pero en todos los casos, es necesario recuperarlo y darle la transparencia debida. Nuestro sistema es abierto y es muy seguro pese a algunas críticas de los que disfrutan fustigándose. Con todo lo que está pasando en el país, y las sospechas cada vez más recientes de que el padrón electoral es manejado interesadamente desde instancias gubernamentales, ¿seremos capaces de volver a instalar un sistema que, a pesar de sus desventajas, sigue siendo una manera de mostrar transparencia en las elecciones?   

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