Los resultados de las elecciones en Estados Unidos han sorprendido, una vez más, a las empresas encuestadoras y, por ende, a la población mundial.
La campaña de los candidatos Donald Trump y Kamala Harris se destacó por lo accidentada y sucia, especialmente, en el tramo final. El presidente Joe Biden fue apartado de la postulación de los demócratas tras un calamitoso debate que no solo puso en cuestión su candidatura, sino la posibilidad de permanecer al frente de la primera potencia del planeta. La vicepresidenta Harris lo sustituyó, como una especie de inyección de esperanza, pero no alcanzó.
Un dibujo de prensa en el diario británico The Guardian resumió la ansiedad que provocaron los comicios estadounidenses: mostraba al mundo consternado, examinando las encuestas que daban un empate entre los dos candidatos. Las encuestas, otra vez, un gran fiasco, incluso en la cuna de la democracia.
Sobre esto último, es lógico pensar en que hubo un voto oculto o vergonzante, es decir, que un alto porcentaje de los ciudadanos, o bien no quiso revelar por quién votaría, o se negó hasta el final a reconocer que lo haría por el republicano de los “malos modales”.
En China, el Global Times informaba del fortalecimiento de la seguridad en torno a la votación en EEUU, pero también de la preocupación de sus aliados a quienes ve “sobre brasas ante las incertidumbres que se ciernen sobre la política exterior estadounidense”. En cuanto a Rusia, “finge indiferencia, mientras apoya silenciosamente a Donald Trump”, editorializó The Washington Post.
La ansiedad no era para menos. Trump sobrevivió a dos intentos de asesinatos, en el primero de los cuales una bala le rozó la oreja y después, cubierto con una pantalla de vidrio, siguió recorriendo el país con su particular estilo verbal, seguramente ofensivo desde una óptica no estadounidense, pero que ha logrado cautivar a decenas de millones de personas, incluidos migrantes, mujeres y otros colectivos que no duda en despreciar. Esa es, precisamente, la razón de la sorpresa para muchos que no pueden creer que haya recibido tantos votos de los sectores que él mismo ataca y que, a la postre, resultaron claves para el triunfo final.
Los analistas más serios señalan que el voto de Trump responde sobre todo a la economía y a la necesidad de seguridad, y no a toda su artillería verbal ni tampoco a todos esos mantras —racista, fascista, nazi, misógino— que ha repetido la candidatura demócrata y que no ha llegado a calar todo lo que hubiera querido.
De hecho, esa es una de las críticas más fuertes que recibió Harris: se concentró demasiado en atacar a su rival.
Por lo general, el estadounidense promedio votó por alguien que les promete endurecer las fronteras para los migrantes que llegan a buscar trabajo y empobrecen las condiciones laborales del resto, pero también para los productos extranjeros que arriban, sobre todo de China, aunque también de Sudamérica, y las empresas que buscan hacer negocio en suelo norteamericano, como ya lo demostró en el pulso con Huawei, o más recientemente con TikTok, o con las automovilísticas eléctricas chinas.
“América para los americanos” resume muy bien la política proteccionista de Trump que, además, combina a la perfección el desdén por los asuntos “externos” (léase ONU) como el hambre en el mundo, el cambio climático o los genocidios que cometan quienes sean si no afectan directamente a intereses norteamericanos, con el desprecio por un enemigo interno construido minuciosamente a golpe de tuits o fakenews que se personifica en un comunista promotor del cambio de sexo y enemigo de la familia.
Los estadounidenses, como se sabe, no votan por ideología, sino por lo que sienten que necesitan, sin importar colores ni más razones que sus ansias de progresar. El tiempo dirá si tuvieron razón o se equivocaron.