Potosí celebra este domingo los 214 años de su alzamiento libertario, un episodio histórico que se va clarificando de a poco.
Durante años se ha calumniado a la revolución potosina del 10 de Noviembre de 1810 con el argumento de que fue un levantamiento improvisado, motivado por la noticia de que los ejércitos realistas habían sido derrotados en la Batalla de Suipacha tres días antes. El argumento repetido hasta hace poco es que los potosinos se sublevaron para evitar que las tropas provenientes de Buenos Aires —vencedoras en la referida batalla— saquearan su Casa de Moneda, Cajas Reales y viviendas. Hace poco, investigadores mostraron evidencias de que Potosí fue una de las primeras ciudades visitadas por emisarios de los revolucionarios de Chuquisaca, luego del alzamiento de mayo de 1809, en el afán de extender la rebeldía contra la corona española.
Los esfuerzos de Potosí por esclarecer su historia son aislados y, por lo mismo, solitarios, como fue siempre esa región. Otro de los hechos recientemente probados es que en Potosí estuvo situada la Sierra de Plata, encontrada por el portugués Aleixo García en la primera parte del siglo XVI, antes de la expedición de Francisco Pizarro al territorio hoy boliviano. El atractivo que tenía esa historia, una de las quimeras de los primeros años de la conquista, motivó las expediciones de españoles que formaron Nueva Toledo, primero, y fundaron la Real Audiencia de Charcas, después.
Enclavada en un farallón rocoso de la Cordillera de los Andes, a una altura promedio de 3.800 metros sobre el nivel del mar, Potosí es un lugar difícil para vivir, tanto que, de inicio, los españoles pensaron en marcharse cuando se agotara la plata del Cerro Rico; pero, como eso no ocurrió hasta hoy, a sus faldas se formó una ciudad que fue la Nueva York de su época en los siglos XVI y XVII. Debido a la influencia geográfica, sus habitantes se caracterizan por ser reservados, pero fuertes, y su capacidad de trabajo y emprendimiento suele desbocarse cuando se establecen en otros lugares.
Durante todo el periodo colonial, la plata del Cerro Rico y el peso administrativo de la Audiencia de Charcas, que funcionaba en Chuquisaca, configuraron el eje de influencia del sur, algo que se mantuvo incluso tras el advenimiento de la República. A fines del siglo XIX, la Guerra Civil, que se llevó los poderes Ejecutivo y Legislativo de Sucre a La Paz, cambió la hegemonía hasta esa ciudad, ralentizando el desarrollo de las regiones que perdieron en aquella contienda. No por nada se dice que los destinos de ambas estuvieron permanentemente entretejidos.
Potosí no solo es la tierra de las historias fabulosas y de la riqueza sin par sino, fundamentalmente, una columna vertebral de la economía boliviana. En el periodo virreinal era la que más aportaba a la corona española, mediante la recaudación del quinto real, y, tras 1825, se convirtió en el sostén de Bolivia porque hasta pagaba los sueldos de los funcionarios de todo el país, como se puede ver en documentos conservados en el Archivo Histórico de la Casa de Moneda.
Sus minerales coparon la economía nacional, aunque mantuvieron al país anclado en el extractivismo, un error histórico que no tendría que repetirse cuando se dé paso a la explotación de otro recurso abundante en su suelo, como es el litio.