Las jugarretas del MAS han puesto a Bolivia, en la escala del violentómetro, en su punto más elevado. Humillados, destrozados, pateados, encerrados, casi ahorcados, forzados y chantajeados es como se sienten quienes no participan en bloqueos, paros y trastadas hechas por el partido que gobierna el país.
El aparato productivo, privado y público, está en números negativos. La vertebración caminera se ha ido a la cresta por 24 días de bloqueos, pidiendo impunidad para un violador (de menores y de la CPE), y no hay ni gasolina ni diesel.
Los lecheros de Cochabamba han perdido 24 millones de bolivianos. Estamos hundidos con 26 mil millones de dólares, entre deuda interna y externa. No se ha cosechado la soya, y, bueno, para qué le cuento, usted, ama de casa que me lee, o usted, profesional de la banca, sabe que estamos peor que palo de gallinero.
La peor tragedia que hemos vivido en nuestro país ha sido el ecocidio cometido en la Amazonía. Y ha generado un dolor horroroso que ojalá nunca se repita.
Esto no lo vamos a olvidar. Y aunque parezca que en un tiempo largo todo volverá a la normalidad, de eso, nada se vislumbra.
Así que, amigo lector, ya sabe: las malas noticias venden un montón. Y estamos prendidos a la televisión, radio, periódico o a las redes sociales para saber lo mal que estamos. Ya sea aquí, en Estados Unidos, en el Oriente Medio o en Ucrania.
Es normal sentirse sobrepasado, por esas malas noticias, en estos días oscuros y groseros.
Pero, trate de ser paciente con sus sentimientos. Está infoxicado, es decir intoxicado por las malas noticias. ¿Qué tal si reduce el ritmo y se toma su tiempo para, por ejemplo estar agradecido por los buenos momentos que ha tenido?
Piense en la naturaleza. Tal vez pueda copiar alguno de sus patrones y preguntarse: ¿Qué soy hoy? Tal vez es el amanecer tratando de hacer lo mejor para ser optimista.
El hongo creciendo a través de los desafíos de la vida. La tormenta lavando lo que no funciona. O como las hojas, que caen de los árboles, libres de expectativas. O es una montaña ayudando a otros a alcanzar nuevas alturas. Tal vez un cactus prosperando incluso en condiciones difíciles o una flor haciendo del mundo un lugar más hermoso. O inclusive un arco iris Iluminando los cielos oscuros con color.
Tal vez es, como muchos cruceños, una persona que ayuda. Ellos han acudido a las colas de las gasolineras para llevar agua a los sedientos y pacientes conductores.
En definitiva, es esencial e importante que gane la alegría y el optimismo en nuestras vidas, ya que estos sentimientos actúan como antídotos ante las dificultades.
Así como algunas personas que se esfuerzan en ayudar a los demás en momentos difíciles, nosotros también podemos contribuir a crear un ambiente de amabilidad y apoyo.
“Que gane la alegría” no solo significa proteger a nuestro bienestar emocional, sino también inspirar a otros a encontrar la luz en medio de la oscuridad.
* Es periodista y ecologista declarada.