El principio del fin

EDITORIAL Editorial Correo del Sur 19/11/2024
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El 2025, Bolivia conmemorará el bicentenario de su declaratoria de independencia, un hecho que marcó su nacimiento como un país con autonomía, algo de lo que había carecido en su pasado. Esta declaratoria, o nacimiento, se produjo luego de un largo y complicado proceso que actualmente es estudiado por historiadores independientes, muchos de ellos extranjeros.

Lo cierto es que, debido a sus diversidades, Bolivia tenía vocación para desarrollarse como una fuerte nación independiente, pero eso es algo que, salvando las excepciones que confirman la regla, no se pudo lograr hasta ahora. Si nos detenemos a pensar en lo que está ocurriendo ahora mismo con el país, puestos en 6 de octubre de 2024, llegaremos a la conclusión de que el futuro se pinta con más angustia que esperanza.

Fueron los historiadores, primero, y los sociólogos y politólogos, después, los que advirtieron que Bolivia nació como Estado fallido y, si no lo hizo, por la vocación antes mencionada, está en camino a convertirse en uno. Si viajamos al exterior y observamos lo que pasa en otros países, tan solo de nuestro continente, entenderemos que, en efecto, estamos atrasados en muchas cosas mientras que en otras nos estamos ralentizando.

Hay diferentes métodos y maneras de interpretar la realidad, pero, para un espacio tan reducido como este, vamos a tomar como parámetro apenas dos elementos que constituyen columnas de cualquier sociedad para ver si las cosas están yendo por lo menos medianamente bien:

ECONOMÍA. El país siempre tuvo abundantes recursos naturales, pero jamás logró usarlos en beneficio propio. El Estado que nació en 1825 heredó las ruinas de la minería colonial y nunca supo administrarla correctamente. Los minerales, primero, y los hidrocarburos, después, sirvieron ya sea a élites o reducidos grupos de personas o bien a empresas extranjeras. Las nacionalizaciones no arrojaron buenos resultados debido a los altos niveles de corrupción en los gobiernos que no han hecho sino crecer. Pese a que posee las reservas más grandes de litio, Bolivia todavía no ha ingresa a los mercados mundiales de ese energético por un retraso del que debería responder el expresidente Evo Morales. En medio de todo, los niveles de ventas de gas han disminuido a niveles preocupantes, lo que añade incertidumbre a una economía que actualmente es afectada por una inflación que el gobierno central se niega a reconocer.

POLÍTICA. Bolivia no ha logrado desarrollar una clase política que sea capaz de administrar adecuadamente el Estado. En realidad, no tiene partidos políticos sino organizaciones políticas cuyo manejo y estructura los acerca más a las prácticas antisociales que a las de la sana convivencia democrática. Son caudillistas porque giran en torno a líderes que se niegan a dejar su condición de tales y, para evitar que les salgan competidores, no privilegian la formación de cuadros. Los militantes son, más bien, masa que, sin siquiera conocer sus estatutos apoya ya sea una sigla o bien a otra con la esperanza de que, cuando esta llegue al poder, le retribuya su tiempo mediante un cargo en el que no solo podrán ganar un salario sino, también, recibir recursos extraordinarios mediante los sobornos. Son esas formas de coexistencia fagocitaria las que dieron paso a la corrupción, que crece en proporción geométrica.

Las anteriores puntualizaciones, que ni siquiera llegan al rengo de análisis, son suficientes para entender que no se avizora nada bueno en el futuro inmediato. Cambiar ese estado de cosas demandará años y, precisamente por eso, deberíamos apresurarnos en iniciar ese cambio.

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