Durante los últimos casi veinte años hemos vivido de engaños, porque el MAS ya mentía antes de ser gobierno. El aserto de Goebbels, “miente, miente, que algo queda”, parece ser verdad, pero el tiempo se encarga de mostrar que las mentiras son sólo mentiras. A continuación, describimos a modo de recordatorio algunas de las mentiras más notables del MAS, invitando al lector a hacer memoria y no olvidar otros tantos engaños.
El MAS diseminó la idea de que sabía manejar la economía y que esta estaba de algún modo “blindada” ante los impredecibles mercados internacionales. Nada más falso. Bolivia fue inundada por dólares que provenían simplemente del alza de precios de los commodities, y en particular de la exportación del gas, y cayó en la ruina por el exceso de gastos del gobierno. Como en toda crisis, la gente más pobre, que es también la más crédula, será quien pague la mayor parte del costo del ajuste.
El MAS proclamó que para desarrollar la industria y eliminar la pobreza, sustituiría las importaciones. Este es otro engaño descarado. Ignoró expresamente que, en la década de los 70s, varios países de la región hicieron esfuerzos para proteger las iniciativas de la “industria naciente”, a través de la imposición de aranceles a productos importados, y que estas políticas proteccionistas fomentaron la creación de monopolios, que lejos de competir, impusieron a sus poblaciones productos más caros y de menor calidad. El modelo de sustitución de importaciones del gobierno de Arce no solo desafía la historia, sino el sentido común, porque además busca que la sustitución de importaciones esté a cargo de empresas estatales. El mejor ejemplo es BoA, que impone precios monopólicos, es ineficiente y presta un servicio deficiente.
El MAS afirmó que Bolivia estaba predestinada a ser el corazón energético de la región, y que teníamos un mar de gas. La dura verdad es que a partir de 2015 la producción de gas empezó a caer, nuestra capacidad exportadora ha ido en descenso, y que ni siquiera se pudo cumplir en 2024 con los volúmenes de exportación comprometidos. Entre 2029 y 2030 ya no tendremos capacidad de exportar gas natural y estaremos obligados a importarlo. En la misma línea, el MAS afirmó que exportaríamos energía eléctrica, que seríamos el hub energético de la región. Lo cierto es que actualmente producimos mucha más energía que la que necesitamos, pero ningún país nos la compra.
El MAS prometió industrializar el litio, producir ion-litio con calidad de batería e incluso producir las baterías mismas. Fue un engaño. En la práctica, ha lanzado cuatro proyectos mal conectados, de los cuales el más “destacado” es un conjunto de piscinas de evaporación defectuosamente instaladas. El MAS está abandonando sus decisiones iniciales de inversión, que nos han costado algo más de $us 900 millones, y se ha lanzado de cabeza a firmar contratos ilegales con empresas rusas y chinas.
El MAS afirmó que el satélite Tupak Katari, que nos costó $us 300 millones, permitiría bajar sustancialmente el costo de internet y de la televisión satelital. Mintieron. Si una empresa contrata los servicios de internet provistos por el TKSat-1, el servicio mensual con una velocidad de descarga de 4 Mbps le costaría Bs 4.955 (según datos obtenidos de la página web de la Agencia Boliviana Espacial). En cambio, puede acceder a 60 Mbps en una empresa privada por menos de Bs 300 al mes, es decir quince veces superior la velocidad de descarga por un precio dieciséis veces más bajo.
El MAS hizo creer a todo el país que estaba a punto de recuperar una salida soberana al Pacífico, basado en la doctrina de los compromisos unilaterales de los gobiernos. Llevó a juicio a Chile y perdió inapelablemente. El MAS ha privado a Bolivia de cualquier negociación futura.
No podríamos dejar fuera de la lista otros engaños tan grandes como detestables. Prometieron dos plantas de separación de líquidos; ambas agonizan. Prometieron siderurgia en el Mutún, pero hasta ahora no hemos visto ni un metro de cable de acero. Prometieron industrializar la coca, pero hasta ahora sólo hemos visto varios fracasos, sin que ninguno de los responsables se atreva a decir que fracasaron. Inauguraron muchas carreteras, es cierto, pero la mayor parte ya están deterioradas por lo que su refacción es urgente. Prometieron respeto a la institucionalidad y las leyes. Nada más falso. Han violado la Constitución, han quebrado las leyes y hasta las han cambiado para que les favorezcan. Peor, han usado la justicia para perseguir a sus oponentes políticos.
Esas maniobras creadoras de ilusiones estuvieron acompañadas de presupuestos que no guardan ninguna relación con nuestras necesidades y carencias. Entre el 2011 y 2019, el gobierno de Morales gastó cerca de $us 300 millones, sin considerar la propaganda independiente contratada por las empresas estatales, que en gran parte ensalzaban la imagen del expresidente y del actual. Para referencia, el Bono Juancito Pinto cuesta al país alrededor de $us 60 millones al año.
No podríamos terminar este artículo sin una breve reflexión. ¿Por qué fue el MAS tan desmedido en sus ofertas y promesas? ¿Por qué mintieron y engañaron tanto? Indudablemente, todos los que ejecutan políticas económicas pueden cometer errores; nadie está a salvo de cometerlos, pero en el caso del MAS ha concurrido un factor muy importante. La sola idea de “entregar” obras, de “regalar” sin precio alguno infraestructuras, bienes y servicios que tienen un alto costo, ha debido ser irresistible, porque esos actos generan aplausos, admiración, popularidad y clientela. A los burócratas y tecnócratas del MAS les fascinaba la idea de sentirse moralmente superiores a los neoliberales, de poder transferir millones, mientras que aquellos nunca lo hicieron. Ellos mismos se convencieron de sus propias mentiras y se reafirmaron en ellas al ver el rédito político que les generaban.
Habría que añadir que el MAS nunca tuvo nada que se pareciera a un mecanismo de examen riguroso de las inversiones y gastos estatales. El dinero se colocaba donde el Jefe decía y todos obedecían mansamente. Así funcionan las estructuras autoritarias.
En este nuevo año seguramente volverá el gobierno a la carga, poniendo a funcionar a todo vapor la máquina de la propaganda para hacernos creer que el Suma Qamaña pronto será una realidad. El costo de los engaños no solamente es el dinero perdido, sino todo lo que se pudo haber hecho con él y no se hizo, y ni que decir de todo el tiempo perdido. Empieza un nuevo año, en el que los bolivianos iremos a las elecciones generales. No caigamos nuevamente en la trampa. La consigna debería ser… ¡NO MAS engaños!
* Los autores pertenecen a la plataforma Una nueva Oportunidad, que promueve el debate plural pero no comparte necesariamente sus puntos de vista.