La gran cantidad de muertos por accidentes de tránsito que se registran en Bolivia debería llamar a la reflexión. Este lunes se reportó otro más, el de un bus de la empresa “San José” que se precipitó 800 metros en la comunidad de Yocalla, a 50 minutos de la Villa Imperial, sobre la carretera Potosí-Oruro, llevándose la vida de casi 30 personas, entre ellas el chofer.
Hasta el cierre de la presente edición informativa se presumía que la causa del accidente fue el exceso de velocidad en un camino mojado por las lluvias. Aunque cada uno de estos hechos trágicos tiene sus peculiaridades, la mayoría de los que ocurren en el país son evitables.
Además del Código de Tránsito, en vigencia desde 1973, Bolivia cuenta con una normativa de transporte de cuyo cumplimiento debería encargarse la Autoridad de Regulación y Fiscalización de Telecomunicaciones y Transportes (ATT) y, lógicamente, la división especializada de la Policía: el Organismo Operativo de Tránsito.
Sin embargo, una revisión a ese conjunto de normas demuestra que la responsabilidad de su cumplimiento no solo recae en lo que antes era la Superintendencia de Transporte o la Policía, sino también en el peatón, el pasajero, el chofer o, finalmente, la empresa que presta el servicio público.
Resulta ilustrativo revisar, solo como ejemplo, el artículo 19 del Código de Tránsito que se refiere a las reglas de circulación: “Los vehículos circularán por las vías públicas sujetándose a las siguientes reglas básicas: Conservando el lado derecho de la vía; el adelantamiento de un vehículo a otro, estacionado o en movimiento, se hará por el lado izquierdo precedido de la señal reglamentaria; es prohibido el adelantamiento en las curvas, bocacalles, cruces, pasos a nivel y en general en los lugares donde el conductor no tenga libre visibilidad; para girar, a la derecha o izquierda, se colocará con anticipación en el carril del lado correspondiente”.
También se encuentra escrita la regla de que “en un cruce de rutas de igual categoría, tiene preferencia el vehículo que está circulando por la vía del lado derecho con relación al sentido de la circulación; tiene privilegio de paso, con relación a las vías secundarias, el vehículo que circula por las rutas señaladas como preferenciales; en las pendientes, los vehículos de subida tienen preferencia de paso, con relación a los de bajada; al bajar una pendiente el conductor deberá utilizar la misma velocidad que emplearía al subir, estando prohibido quitar el contacto y hacer cambio del dual; durante la noche es obligatorio el empleo de luces: En el cruce entre vehículos los conductores utilizarán luz baja”.
Tras la lectura de ese, que es apenas un artículo, fácilmente se llega a la conclusión de que muchos ciudadanos no conocen las normas de Tránsito y, si las conocen, no las cumplen.
Por ejemplo, aunque está prohibido llevar pasajeros como carga en los camiones, de todos modos los vemos en los viajes interprovinciales. Pese a los múltiples accidentes que se informan periódicamente, las pequeñas empresas que transportan pasajeros a las provincias siguen con esa práctica muy arraigada en el país. Lo mismo ocurre con la prohibición de llevar pasajeros en los pasillos centrales de las flotas. Y los mismos usuarios a veces alientan esta irregularidad.
Se exigen seguridad, pero, a la hora del viaje, lo único que importa es partir y llegar a destino lo antes posible, así sea incómodos o con riesgos.
Como se ve, hay responsabilidades compartidas en terminales y caminos que no se cumplen y que, lamentablemente, por falta de rigor, acaban en accidentes fatales. Este tema no está siendo atendido con la seriedad que amerita y, en ese sentido, las autoridades de todos los niveles: central, departamentales y municipales, deberían tomar acciones concretas, de manera urgente, para evitar más tragedias como la ocurrida ayer.