El clima es cíclico así que, con cambio climático y todo, suele repetirse anualmente, más o menos con las mismas características.
Debido a ello, sorprende que cada inicio de gestión tengamos que repetir más o menos las mismas noticias, con variantes tan solo en el número de víctimas y/o afectados y las circunstancias en las que ocurrieron los hechos vinculados a desastres naturales.
Un año es el Beni y otro algún municipio de Santa Cruz o Tarija. Quizás la variante de este año sea que, hasta ahora, los efectos más devastadores de las lluvias sean los registrados en La Paz y Cochabamba, en poblaciones próximas a la capital, como Colcapirhua, que ya forman parte del área metropolitana.
Como el clima es cíclico, y se repite año tras año, es reprochable que los municipios vulnerables a los desastres naturales no asuman las medidas necesarias para mitigarlos meses antes de que ocurran. Desde ya, es difícil prever la magnitud que alcanzarán las lluvias, o las sequías, pero lo que sí se sabe es la temporada del año en la que ocurrirán.
Si de lluvias se trata, el ciclo hídrico en nuestro país comienza más o menos en septiembre y se prolonga hasta fines de marzo e incluso inicios de abril. Como consecuencia del cambio climático, varían los tiempos de inicio y finalización. Así, en el tiempo presente, las lluvias comenzaron recién en noviembre de 2024 y arreciaron en enero.
Al margen de esas variantes, que no hacen sino darles más tiempo a los gobiernos municipales, todos sabemos que entre fines de un año e inicios del otro tendremos lluvias. Lo que no se sabe es por qué no se toma previsiones en ese sentido.
Muchos municipios de Santa Cruz, Beni y Pando afrontan anualmente, a inicios de cada gestión, los estragos de las lluvias que anegan viviendas y, eventualmente, destruyen cultivos. Salvo reportes en contrario, sus autoridades no ejecutan proyectos que mitiguen esos efectos como, por ejemplo, la construcción de defensivos o canales de desagüe.
Las previsiones suelen tomarse recién cuando las lluvias han provocado tantos daños que se debe hablar de desastres y son varios los que han transcurrido desde que se declaró la alerta oficial sobre los cambios en los ciclos hídricos.
Esa falta de previsión ocasiona que varios municipios se vean afectados por riadas, inundaciones o crecidas de los ríos, que este año han provocado la muerte de varias personas. El último reporte, que corresponde a mediados de este mes, fue emitido por el viceministro de Defensa Civil, Juan Carlos Calvimontes, con este detalle: Cochabamba, 11 fallecidos, La Paz registra siete, Chuquisaca seis; Tarija, dos y Potosí, uno. Si comparamos estos datos con los de años anteriores, veremos que se trata de la cifra más elevada de muertos en por lo menos 20 años.
Calvimontes describió que las inundaciones han afectaron a ocho departamentos y que uno, La Paz, se declaró en emergencia. Según la autoridad, son 27 los municipios declarados en situación de desastre (de ellos 22 pertenecen al departamento paceño); las comunidades afectadas suman mil 443, con 86 mil 803 familias reportadas en esa misma condición, y 29 mil 404 núcleos familiares clasificados como damnificados.
Desde el punto de vista de las viviendas, 665 están registradas como afectadas y 333 como destruidas.
Lamentablemente, la mayoría de las autoridades elegidas en los municipios son solo elementos políticos cuya labor se circunscribe más al interés de sus respectivos partidos que a las sociedades que los eligieron. No se nombra a los mejores sino a los que participaron en las campañas.
Por eso somos tan vulnerables.