Si algo faltaba para coronar la indignación generalizada respecto al servicio de transporte interdepartamental terrestre de pasajeros es el dantesco accidente ocurrido la madrugada de este sábado a cinco kilómetros de Uyuni.
Salvo excepcionales tarifas promocionales, el transporte terrestre siempre será más económico y, por tanto, el que preferirá la mayoría de la gente en Bolivia. Eso debería ser suficiente para que los gobiernos le brinden la atención.
Hasta la asunción al poder por parte de Evo Morales, había por lo menos cinco aerolíneas domésticas operando en el país, además de la estatal, pese a que ese gobierno —supuestamente socialista— cambió las reglas del juego, liquidó el Lloyd Aéreo Boliviano (LAB) y creó Boliviana de Aviación (BoA) con los resultados por todos conocidos.
Si los gobiernos son incapaces de garantizar servicios aéreos eficientes, ¿qué se puede esperar de los que se ofrecen por tierra? Claro que aquí se presenta el conflicto de la competencia: mientras el transporte aéreo es una cuestión nacional, el terrestre debe dividirse según los alcances de los gobiernos subnacionales.
El transporte interdepartamental les compete a los departamentos involucrados, generalmente dos y ocasionalmente tres o más, y lo propio ocurre con los que unen a los municipios, en lo que se conoce más como transporte interprovincial.
El transporte urbano es jurisdicción de cada municipio y empeora año que pasa. Y mientras ese transporte empeora, sus tarifas suben. A lo que hay que añadir el mal servicio y que la mayoría de los buses ya cumplieron su ciclo de vida.
En el transporte interdepartamental, con el que la parca se ha cebado en este año, prácticamente no hay control. Lo único que se cumple a rajatabla en las terminales terrestres es el monto que se debe pagar por concepto de “uso de terminal”; el resto, está librado al azar y, por lo visto últimamente, a la desgracia.
Los buses salen de las terminales sin ningún tipo de control. Nadie revisa el estado de salud del chofer y de sus asistentes —porque las normas dicen que debe ir uno de relevo además de, por lo menos— un ayudante—.
Debido a que nadie los supervisa, más de una vez se descubrió que algunos conductores beben y esto conlleva accidentes.
Hay un video que circuló en las últimas semanas en el que se ve que los pasajeros sacan a un chofer de su cabina, sin que este se pueda parar por su embriaguez. En el accidente cerca de Uyuni, uno de los conductores dio positivo al test de alcoholemia.
En resumen, para evitar los accidentes que vienen enlutando al país hace falta controlar los vehículos de transporte público antes de que inicien sus viajes. Los medidores de velocidad llevan años desaparecidos, lo mismo que la Policía Caminera. A propósito, y solo como apunte, en Potosí, donde solo este año ya se contabilizan 101 muertos y 174 heridos, el Organismo Operativo de Tránsito ha retirado a los agentes de parada sin explicación alguna.