La educación en el año del Bicentenario

EDITORIAL Editorial Correo del Sur 12/03/2025
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Habiendo transcurrido varias semanas del calendario escolar 2025, el periodo organizativo ya ha pasado y es hora de trazar el rumbo de la labor de enseñanza/aprendizaje a desarrollarse a lo largo de este año. Porque no puede ser un año más, este es el del Bicentenario de Bolivia.

¿Qué se ha planificado? ¿Se fomentará en las aulas el desarrollo de temas que permitan reflexionar sobre la historia, el presente y el futuro del país? Y, a propósito, ¿cuánto se hace para fomentar las nuevas tecnologías de la información y la comunicación? 

Desde la irrupción de la red internet y la popularización de su uso a través de las redes sociales y todo tipo de aplicaciones, principalmente, para teléfonos celulares, dos asuntos han tensionado las aulas y las formas de enseñar: la primera, centrar la educación en la adquisición de las competencias y no tanto en los contenidos, porque “todo está en internet”; y la segunda, precisamente, la incorporación de las pantallas a la educación.

En principio, se trataba de preparar a los estudiantes para el mundo actual y, en eso se enfocaron los esfuerzos. Pero las tendencias han empezado a revisarse a partir de la pandemia, que en buena parte impulsó la universalización del uso de la tecnología en las familias, si es que no estaba ya suficientemente popularizado.

Los modelos de competencias nunca se acabaron de socializar del todo ni contaron con el respaldo de una parte fundamental en la educación de los hijos: los padres, que por norma generacional siempre tienden a idealizar el pasado y que en muchas ocasiones se sienten violentados cuando sus hijos no saben recitar de memoria las preposiciones, no hacen dictados o apenas cantan las tablas de multiplicar. Ni qué hablar de los vertebrados o las raíces cuadradas…

El modelo basado en el ‘aprender a hacer’ tiene mucho más en cuenta los procesos, el razonamiento lógico, las capacidades para deducir y adquirir el aprendizaje por sí mismos, y también la actitud al respecto. Sin embargo, esto se ha traducido en demasiadas ocasiones en escasa exigencia o graves lagunas en el aprendizaje, desde la ortografía elemental al cálculo base. Culpar al maestro o al sistema suele ser un expediente fácil. Se debe tomar en cuenta la dificultad de atender las individualidades en aulas con más de 35 alumnos, cada uno con su propio ritmo.

El asunto de las pantallas en las aulas ya ha sido desterrado en muchos de los países mejor situados en el ranking de educación mundial por diferentes motivos, pero principalmente porque no aportan nada a la adquisición de habilidades motrices ni de aprendizaje de hoy en día en el que cualquier niño tiene capacidad para manejarse entre videos y apps mejor que sus padres. En este punto, buena parte del cuerpo docente se ha quedado retratado en su lentitud —y, en determinados casos, hasta en su poca disposición— para adquirir nuevas técnicas. Sin generalizar, muchos se han resistido a incorporar estos elementos al aprendizaje significativo y no porque fueran vanguardia en el modelo, como se podría alegar ahora, sino por otras cuestiones.

Bolivia necesita dar pasos agigantados en la educación de sus niños y adolescentes, pues estos son la clave para recortar los años de retraso que se observa respecto a los demás países de la región y para reducir el impacto que eso tiene en el PIB. ¿Alguien duda de lo fundamental que resulta invertir en educación? A veces solo hace falta estar atentos a las necesidades y ser capaces de tomar las decisiones correctas. Toda época es importante, pero esta tiene una particularidad insoslayable. En el Bicentenario de Bolivia, estamos a tiempo de hacer las cosas mejor que en los años anteriores.

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