Es tan poco el interés que se pone a resolver los problemas emergentes de esta enfermedad en el país que, cuando se conmemoró el Día Mundial de la Lucha contra el Cáncer, el 4 de febrero, la fecha pasó prácticamente desapercibida.
Se trata del gran flagelo de las familias en todo el mundo y el objetivo de esa conmemoración es aumentar la toma de conciencia y movilizar a la sociedad para avanzar en la prevención y control de la enfermedad, lo que sobre todo incluye compromisos políticos para que se destinen los recursos suficientes, algo de lo que en Bolivia estamos muy lejos.
Por el cáncer, un grupo de células del organismo crecen de manera anómala e incontrolada dando lugar a un bulto o masa. Esto ocurre en todos los tipos de esta enfermedad menos en la leucemia (cáncer en la sangre). Si no se lo atiende, el tumor suele invadir el tejido circundante y puede provocar metástasis en puntos distantes del organismo, diseminándose a otros órganos y tejidos.
Se estima que uno de cada dos hombres y una de cada tres mujeres tendrá cáncer en algún momento de su vida. Cada año se diagnostican en el mundo más de 14 millones de casos nuevos y la enfermedad provoca 9,6 millones de muertes al año. Esta alta probabilidad de que nos toque de cerca es precisamente la que contribuye a que los aportes del Estado sean mayores.
Existen muchos tipos de cáncer que una persona puede desarrollar, debido a causas múltiples, y el origen siempre es un tanto difuso. En muchos casos, los factores de riesgo no pueden modificarse, pero alrededor de un tercio de los casos de cáncer pueden evitarse reduciendo los factores de riesgo principales.
Esto tiene que ver con adoptar hábitos de vida saludable, hacer ejercicio, tener una dieta equilibrada y no estar expuesto a productos cancerígenos, el ABC de la salud que sin embargo siempre cuesta. Con todo, el cáncer es una enfermedad determinada, la mayoría de veces, por factores preexistentes en el ser humano, por lo que apenas se puede hacer nada para evitarlo y no, nadie se lo ha buscado, ni ninguna de esas otras teorías del darwinismo social tan en auge en estos días.
La ciencia ha avanzado notablemente en los últimos años para poder enfrentar la enfermedad con más garantías.
La clave sigue estando en la prevención y en la detección precoz, por ello hay que estar atentos a las señales del propio cuerpo y a sus anomalías, pues cuanto antes es tratado, más posibilidades hay de supervivencia: las sesiones de quimioterapia y radioterapia tienen más probabilidades de éxito y, con ello, también cualquier intervención posterior para limpiar el tejido.
Después de mucho sacrificio de los pacientes y sus familias, los sucesivos gobiernos han ido completando algo así como un programa de atención más completo, que con todos sus problemas logra cubrir medicamentos y algunas de las pruebas de medicina nuclear fundamentales para el éxito del tratamiento. Aun así, sigue quedando un mundo por delante para garantizar a los pacientes un tratamiento óptimo.
Lo urgente es cambiar el paradigma, inculcar hábitos saludables desde la infancia, facilitar las pruebas periódicas y detecciones precoces en todos los departamentos, para después poder abordarlo con garantías.
En estos tiempos de campaña política, donde todos prometen mejorar todo, conviene que no se olviden de la salud. Hay cuestiones que no deben esperar, que no pueden depender del mercado y que no se logran por meritocracia, sino por solidaridad nacional. Nunca es tarde para recordarlo.