El Día del Niño Boliviano se conmemora cada el 12 de abril desde 1955, pero, a partir de 2013, mediante la Ley N° 357, se ha precisado que se trata del ‘Día de la Niña y del Niño del Estado Plurinacional de Bolivia’. Este año, la fecha cae en sábado y, por ese motivo, muchos actos conmemorativos fueron adelantados para este viernes.
Como se acostumbra, habrá actos públicos e inclusive algunas autoridades cederán sus lugares a niños y niñas para que los ocupen simbólicamente. Ya ocurrió ayer en el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), donde los mejores alumnos de unidades educativas de Sucre fueron, por un día, “niños magistrados”.
Pasado lo protocolar, el presidente del TSJ, Romer Saucedo, anunció que se ha decidido dar prioridad a los casos judiciales en los que estén involucrados menores de edad. Una medida plausible desde todo mundo de vista.
En general, se debe admitir que el Estado boliviano tiene una gran deuda pendiente con los niños y niñas del país. Persisten las condiciones de pobreza y extrema pobreza en muchas familias y esto convierte a los menores en un sector altamente vulnerable.
Lo constatamos a diario en las calles de todas las ciudades, por donde deambulan decenas de niños, a veces solos, sin adultos a la vista, o directamente ruegan unas monedas de caridad. Esa niñez desamparada necesita con urgencia de la mano salvadora del Estado.
No se trata solamente de pequeños que no tienen un techo bajo el cual guarecerse ni padres que velen por ellos y les muestren los caminos del bien. Además del sufrimiento moral que supone la orfandad lacerante, muchos de los que están a merced del abandono caen en la delincuencia, de los vicios, de la adicción a las drogas o el alcohol.
Por cada niño de la calle al margen de cualquier control o consejo, hay un delincuente o un adulto con vicios en potencia. Algo de nuestro magro capital humano en franco proceso de su total descomposición. Como una cosa lleva a la otra, eso explica, en buena medida, el crecimiento geométrico de la corrupción.
Por otro lado sigue latente la triste realidad de las niñas y niños trabajadores, que, ante la necesidad de sus familias, demasiado pronto deben asumir tareas de adultos. Niños con la caja de limpiar zapatos a cuestas que se arremolinan alrededor del peatón de los calzados sucios hasta convencerlo de limpiárselos. Niñas vendedoras de dulces que se aproximan a las ventanillas de los motorizados en las esquinas con semáforos para ganarse unos centavos. Niños y niñas dibujando con tiza en las aceras para recibir un premio mínimo a su talento artístico. Son sus pequeñas grandes batallas por conseguir el dinero que ayuda a sustentar hogares enteros.
Otros, más afortunados, encuentran trabajo, pero en la mina; ocurre con frecuencia en Potosí. Pese a que las leyes lo prohíben expresamente, son contratados por su reducido tamaño para meterse en agujeros en los que los mayores no caben. Y no pocos acaban formando parte de las cifras de fallecidos en accidentes provocados, muchas veces, por la negligencia de los adultos… Si ese panorama resulta desolador, no hay que olvidarse de los casos de esclavitud reportados recientemente, como el de la niña de ocho años encontrada en Chile, o de las violaciones a niñas, principalmente. La violencia sexual contra menores de edad que crece en proporción geométrica.
Que este nuevo Día de la Niña y del Niño en Bolivia sirva como pretexto para recordar todas estas injusticias y vulneraciones de derechos que se cometen a diario en los departamentos del país.