Tu corazón de niño

LA AVENTURA DE CRECER CONTIGO Pedro Rentería Guardo 13/04/2025
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Alguien me preguntó hace unos días: 

- Padrecito, ¿es verdad que algún jovencito o adolescente lee sus artículos en el periódico?

Entiendo que esta pregunta expresa la extrañeza de los lectores adultos cuando defiendo que la gente menuda lee mis notas. Porque es difícil –¿imposible?– que las páginas de Opinión de cualquier periódico que se precie sean leídas por nuestros chavales. De hecho, ¿cuántos adultos las frecuentan?

Hoy las “maravillosas” pantallitas de los celulares son las que centran la atención de unos y otros. A riesgo de nuestra salud visual y, creo, también de la salud mental. 

A veces me gustaría tocar las campanas de nuestra hermosa Catedral Metropolitana cuando veo a alguien, joven o mayor, leyendo un libro... en un banco del Parque Bolívar, en la consulta del médico o hasta en el micro. Campanas que proclamen al viento: “aquí hay alguien raro haciendo algo raro, leer un libro”.

Espero estar exagerando, lectores amigos. Que el buen Dios me perdone. 

Aún no he respondido a la pregunta de arriba. Las líneas de esta columna las comparto con alguno de esos adolescentes o jóvenes a quienes me refiero. Ellos las leen, aunque no directamente en el periódico. Ahora bien, ¿algún otro muchacho o muchacha, desconocido para mí, frecuenta los artículos de Opinión de este periódico? Si es así, que nos lo diga a sus autores.

Pero hoy no quería escribir sobre esto, precisamente. Es que me ganó el interés por la pregunta ya comentada y respondida. Hoy te escribo a ti, niña o niño, en tu Día y en tu Mes. Para redescubrir tu corazón de niño, corazón de inocencia que nos interroga a los educadores –padres, docentes, entrenadores, catequistas, abuelitos, sacerdotes– sobre nuestro diario quehacer empeñado en tu crecimiento personal. Por supuesto, tú tampoco leerás estas palabras. No importa. Estoy seguro de que Diosito sabe susurrarte al corazón cosas bonitas. 

Cuando en estas fechas alguna persona pública, desde su estrado, haga elogio de este Día, junto con otras muchas voces repetirá eso de que “la atención a tu persona no debe ser solo en abril, sino durante todos los días y meses del año”. Y es cierto, no se equivoca. 

Discúlpanos a nosotros, adultos que, empeñados en tantas obligaciones y distracciones, quizá no alcanzamos a cumplir cabalmente el desafío de ponerte en el centro de nuestros desvelos, proyectos, programas, iniciativas... Es posible que organicemos para ti montajes llamativos que aviven tu atención, con la sorpresa del color, de la luz, del dulce, del juego, de las hermosas tonadas con las que un apacible y simpático payaso sabrá envolverte en su encanto. Todo eso está muy bien. Es genial. Y a muchos nos devuelve a nuestra lejana infancia.

Pero me pregunto y te pregunto: “¿llegamos a tu corazón?, ¿frecuentamos tus anhelos, esos que difícilmente sabes traducir en palabras y que, de vez en cuando, asoman indómitos cuando te escuchamos?”

¿Serás aquel niño, que un día conocí –10 añitos–, feliz en la hora cívica de tu escuelita, que reías con toda tu fuerza infantil, y cuando al terminar la actividad pudimos hablar un ratito, te descubrí apenado, inquieto, sin salida, por una situación familiar super retorcida? Terminó la hora cívica y terminó el encantamiento para ti. 

Y no hay cosa más triste, amigos lectores, que ver a un niño triste. No la hay.

Sí, quiero escucharte. Ponerme a tiro de tus pesadumbres infantiles. Saber de ti, no por boba curiosidad, sino por otra magia más importante: cuando te sientes escuchado con atención y respeto, tu rostro resplandece y tu mirada se torna confiada y esperanzada. Ojalá tengas siempre a tu lado alguien que te entienda, te sostenga y en quien encuentres la libertad que reclamas aun sin saberlo expresar. Ese “alguien” es tu papá y tu mamá. 

Por favor, papás y mamás de familia: en muchas ocasiones vuestros hijos e hijas acuden a nosotros, los educadores, porque no encuentren en el hogar la fuerza, la comprensión, el cariño, el compromiso, incluso el juego y la broma distendida que deben emanar de vuestras personas. En fin, propongo una campaña que tenga por motivación: “Lleguemos al corazón de nuestros niños”. No es fácil, lo sé. Por eso es algo grande. Diosito, que es todo corazón, vendrá en nuestra ayuda.

Y tú, amiguito que quizá leas estas líneas –¿por qué no?–, que tengas un feliz Mes de abril. Te lo mereces. Por tu corazón de niño. Por tu inocencia que nos redime a muchos. 

¡Ah!, no quiero olvidar a nuestros peques trabajadores. Los dejamos para otra ocasión...

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