Las huellas de Francisco

EDITORIAL Editorial Correo del Sur 22/04/2025
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La noticia del fallecimiento del papa Francisco cayó por sorpresa, y no precisamente porque no estuviera enfermo sino porque sus últimas apariciones públicas habían alimentado la esperanza de una recuperación que le permitiera ejercer su pontificado por más tiempo.

Al tratarse de un líder mundial, su fallecimiento es y seguramente será la noticia más importante de este 2025, lo que ha motivado un sinfín de reacciones, en primer término el pesar expresado por prácticamente todo el planeta. Entretanto, la Iglesia católica ha comenzado a desarrollar el protocolo canónico para elegir a su nuevo jefe.

Respecto a los cambios promovidos por Francisco, hay —como en todo— opiniones disímiles, pero la mayoría acepta que el suyo fue un papado revolucionario o, al menos, reformista.

De principio, resulta imposible que un gobierno espiritual, como es el de los papas, pase sin dejar nada; incluso en aquellos casos de mandato corto, siempre hubo motivos para que los pontífices dejaran alguna huella.

El legado de Jorge Mario Bergoglio, primer pontífice latinoamericano, se traduce en importantes transformaciones, desde gestos pequeños como su renuncia a privilegios tradicionales —por ejemplo, en vez de vivir en el Palacio Apostólico, él lo hizo en la Casa Santa Marta—, hasta políticas trascendentales —por ejemplo, su encíclica ‘Laudato si’ (2015), en la que llamó a una conversión ecológica y criticó el modelo económico que genera pobreza y destruye el medio ambiente. Encabezó la lucha contra el cambio climático y abocó por una “ecología integral”.

A lo largo de sus doce años como papa, Francisco también promovió cambios en materia de derechos. A favor de la mujer, comenzando por casa, nombró a varias personas del sexo femenino en cargos altos del Vaticano.

Como reacción a los escándalos de pedofilia y también financieros dentro de la Iglesia católica, Bergoglio inició una cruzada sin cuartel. En 2014, apenas un año después de su llegada al máximo puesto eclesial, creó la ‘Comisión Pontificia para la Protección de Menores’ y, luego, dejó sentado que “la Iglesia no escatimará esfuerzos para hacer todo lo necesario para llevar ante la justicia a quien haya cometido tales delitos. La Iglesia nunca intentará silenciar o no tomar en serio ningún caso”.

Por otro lado, dijo que “si una persona es gay, busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarla?”. Y criticó las leyes que criminalizan la homosexualidad como “injustas”.

Con relación a las finanzas, durante su gestión se establecieron regulaciones para evitar el mal manejo de fondos. Además, este mismo 2025 ordenó crear una comisión de alto nivel para fomentar la transparencia económica y abordar el creciente déficit financiero del Vaticano, que llegó a casi 100 millones de dólares el año pasado. También promovió auditorías externas y supervisión de los recursos de la Iglesia.

Estos son apenas algunos de los cambios que Francisco impulsó. Cuando llegó a Bolivia, en 2015, dijo que pensaba en el mar y, recomendó un diálogo con Chile. También pidió perdón por la opresión contra los pueblos originarios y visitó a los presos de la cárcel de Palmasola, en Santa Cruz.

Fue un hombre profundamente humano, lo cual incluye —por supuesto— sus reclamos a gobiernos alejados de los más humildes, o más amigos de la guerra que de la paz, y también sus convicciones ideológicas, algunas de las cuales —como es razonable— no cayeron bien a todo el mundo.

Precisamente por esto último, desde ayer que muchos ensalzan al hombre que no tuvo miedo en decir lo que pensaba, aun si esto le reportaba críticas, lo cual significa que, además de humano, fue valiente. Y por esto también merece ser recordado.

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