El pasado 14 de abril se recordó el Día de las Américas. La Unión de las Repúblicas Americanas, creada ese día pero de 1890, fue la base de la actual Organización de los Estados Americanos (OEA). Hablar sobre el papel que tuvo y tiene la OEA daría lugar a largas polémicas debido a que, a diferencia de otros organismos integracionistas, esta se ha visto varias veces afectada por acusaciones de parcialización, en unos casos, y de ideologización, en otros.
Los políticos se han acostumbrado a utilizar los organismos internacionales según su conveniencia. Habrá que recordar, por ejemplo, que el expresidente Evo Morales se mostraba muy próximo al exsecretario general de la OEA, Luis Almagro, hasta que este organismo emitió su informe sobre las elecciones de 2019, concluyendo que hubo “manipulación y parcialidad” del Gobierno boliviano de entonces, con efectos significativos en un proceso electoral que, finalmente, fue declarado nulo. Desde entonces, para el Movimiento Al Socialismo (MAS), la OEA se convirtió en un organismo injerencista, parte de una supuesta conspiración global que busca echar a ese partido del poder en Bolivia.
Pero, más allá de lo que sucede actualmente, la OEA es el resultado de los múltiples ejercicios que realizaron los países de la región en un intento de conformar un organismo que responda a la necesidad de poner en marcha mecanismos de integración, no necesariamente con propósitos cívicos sino, fundamentalmente, económicos.
El primero en plantear la unión continental fue Simón Bolívar, en el Congreso anfictiónico de Panamá, un dato que se debería tener presente porque, al haberse realizado en 1826, está a punto de cumplir su bicentenario. El Congreso se instaló el jueves 22 de junio de 1826 y dejó de sesionar el sábado 15 de julio de ese año. Asistieron dos representantes por cada país concurrente: la hoy denominada “Gran Colombia”, que abarcaba los actuales estados de Colombia, Ecuador, Panamá y Venezuela; el Perú, México y las Provincias Unidas del Centro de América, que comprendía las actuales repúblicas de Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua. Los representantes de Bolivia y Estados Unidos no llegaron a tiempo; las Provincias Unidas del Río de la Plata, Chile y el Imperio del Brasil no mostraron interés; Paraguay no fue invitado y Gran Bretaña y los Países Bajos enviaron observadores.
Este congreso se reunió a convocatoria de Bolívar, quien ya había dado a conocer sus intenciones de conformar un solo estado con las antiguas colonias españolas en la denominada “Carta de Jamaica”, en la que le dijo al comerciante jamaiquino Henry Cullen que “es una idea grandiosa pretender formar de todo el Nuevo Mundo en una sola nación con un solo vínculo que ligue sus partes entre sí y con el todo. Ya que tiene su origen, una lengua, unas costumbres y una religión, debería, por consiguiente, tener un solo gobierno que confederase los diferentes estados que hayan de formarse” y, para rematar esos conceptos, apuntó la frase que habría de ser uno de sus sellos: “Para nosotros, la Patria es América”.
Sin embargo, la unión americana planteada por Bolívar fracasó por la falta de acuerdos entre los delegados asistentes. Posteriormente, los intentos del Libertador de conformar países grandes le valieron la acusación de monárquico y desataron campañas en su contra tan graves que, finalmente, lo condujeron al sepulcro.
En 1826, los americanos mostramos que no éramos capaces de unirnos. ¿Lo seremos ahora?