Malos resultados

EDITORIAL Editorial Correo del Sur 02/05/2025
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Tal como se había previsto luego de que el Gobierno nacional y la Central Obrera Boliviana (COB) acordaron un incremento salarial que provocará mayores daños en el afectado sector privado, el Día Internacional del Trabajo ha transcurrido en el país con más pena que gloria.

“Manifestamos nuestro firme rechazo a la decisión del Gobierno nacional de incrementar 10% al Salario Mínimo Nacional (SMN) y 5% al Haber Básico. El aumento al SMN es la cifra más alta de los últimos ocho años y se impone en un escenario en el que Bolivia presenta decrecimiento del PIB, inflación creciente y déficits sostenidos”, había advertido la Confederación de Empresarios Privados de Bolivia el 28 de abril y ayer, en el Día Internacional del Trabajo, dijo que “no podemos ignorar que este aniversario tiene pocos motivos para celebrar”, pero volvió a expresar su posición de dialogar al señalar que “vivimos tiempos extremadamente difíciles, por una crisis transversal que pone a prueba nuestras capacidades y fortalezas, y nos impulsa a encontrar en el diálogo, la concertación y el apoyo recíproco los medios para lograr la supervivencia de las empresas y la estabilidad de las fuentes de trabajo”.

Y es que el Día Internacional del Trabajo es un día sobre todo para le reflexión, un día que debería abrir espacios de debate que conllevaran a mejorar los procesos laborales para asegurar una sociedad más próspera para todos, y, sin embargo, hace tiempo que ha dejado de ser una oportunidad de mejora y ha pasado a ser la enésima caja de resonancia en el que cada cual habla para los suyos sin esforzarse para comprender la situación completa.

En Bolivia, el caso es especialmente sangrante. El Movimiento Al Socialismo (MAS) nunca tuvo un verdadero horizonte al que llegar en las relaciones laborales, sobre todo porque es parte de una realidad donde la solidaridad es muy limitada: mineros, campesinos, gremiales, choferes, etc., entienden a la perfección los fundamentos que le permiten maximizar ingresos, pero son reticentes a ampliar coberturas de protección o a la inversión mancomunada en educación, formación o infraestructuras.

La lógica predominante en la inmensa mayoría de los estamentos del MAS, y, por ende, también de la COB, es otro. La cuenta tiene que ver con el líquido pagable y no con el resto de sistemas que hacen a una sociedad mejor y más vivible, y en esas, el retroceso es evidente.

En los años de bonanza, el MAS apostó por subir el salario mínimo muy por encima de la inflación y mejorar también el resto, y es verdad que es objetivamente verificable que los salarios promedios en el país son extremadamente bajos. El resultado no fue el esperado: licenciados han acabado siendo contratados por el salario mínimo mientras los subempleos han seguido estando lejos de cualquier tipo de regulación. La informalidad es galopante y apenas hay capacidad de reacción.

Lo mismo sucedió con el invento del doble aguinaldo, un artilugio ligado al crecimiento del país que estipulaba un tercer sueldo en diciembre cuando se alcanzaban ciertos porcentajes de incremento en el PIB, que acabó liquidando las reservas de inversión de muchas empresas poniendo en riesgo su renovación y adecuación a las nuevas tecnologías. Es objetivamente verificable que muchos planes de expansión acabaron extinguiéndose por este tipo de políticas.

Y aunque los resultados son malos, se ha optado por seguir en el mismo camino, el del populismo, y el incremento acordado profundizará la crisis del sector privado, provocando el cierre de varias empresas. Por tanto, no hubo motivos para celebrar. 

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