Hace pocos días, una prestigiosa politóloga nacional, en un conocido y también prestigioso programa radial, sugirió que ante la incertidumbre de los acuerdos en un sui géneris bloque de unidad de la oposición, para elegir candidato único para las elecciones del próximo 17 de agosto, lo mejor sería recurrir al cacho (tradicional juego de mesa con cinco dados, tan popular en Bolivia).
Inicialmente, parecía una broma y hasta una aberración y así se lo dijeron inclusive participantes del debate dominical y, en muchas entrevistas posteriores de otros medios de comunicación, se refirieron al tema en forma hasta sarcástica.
Sin embargo, en la medida que pasan los días y se conocen los permanentes enfrentamientos y contradicciones entre los principales integrantes del bloque, se hacen más evidentes las diferencias y los ciudadanos, que tienen la responsabilidad de elegir. Están pensando en votar no por el que consideren más capaz y ni siquiera por el que tenga mejores condiciones, sino por el que tenga la posibilidad de derrotar al partido oficialista que, insólitamente, pone de ejemplo su administración y nos quiere hacer creer que “estamos saliendo adelante”.
La conducta, hasta ahora, de los que pueden salvar Bolivia sin darse siquiera cuenta de que el futuro de la patria está en sus manos, es sencillamente insólita. Su experiencia en manejo de la economía tranquiliza, pero su experiencia política parece que no les ha enseñado que la unión hace la fuerza y que esa unión tiene que estar basada en el bienestar de todos los bolivianos. Todos, por separado, creen que van a ganar. Quizá ganen la presidencia, pero en primera vuelta se gana la mayoría en la Asamblea que permite gobernar. Si ganan recién en segunda vuelta, los que tienen doctorado en marchas y bloqueos los van a sacar a patadas. El país requiere una victoria en primera vuelta, un gobierno que respete la ley y que la haga respetar.
Reelegir el esquema gubernamental actual es seguir con lo que tenemos. Hay que cambiar y para ese cambio se requiere unidad y para esa unidad es indispensable que los que pretendan gobernarnos se pongan de acuerdo, y si no pueden hacerlo cerebralmente, que jueguen al cacho que, por lo expuesto, resulta una excelente sugerencia.