En el panorama internacional existen al menos tres asuntos que definen la orientación ideológica de los gobiernos. El primero es la invasión rusa a Ucrania. El segundo es el genocidio israelí en Gaza y otros territorios palestinos. El tercero es la relación con las decisiones económicas y geopolíticas de Donald Trump.
Obviamente existen otras aristas como Nicolás Maduro, Cuba, el rol de Irán en América Latina. China es más bien un socio que parece haber conquistado con sus relaciones comerciales y sus rutas modernas a casi todos los países del mundo.
Subrayamos Ucrania, Gaza y Trump porque resumen posturas humanitarias que van más allá de los intereses políticos. ¿Quiénes apoyan a un imperio que comenzó asesinando a embarazadas para continuar tomando tierras ajenas? ¿Quiénes pueden encontrar pretextos para defender a un estado que ya ha asesinado a más de 15 mil niños y mata a otros por hambre? ¿Existirán bolivianos que desafíen a Trump por principios de dignidad?
Por el momento, las relaciones externas no están sobre la mesa de los candidatos inscritos para las elecciones de agosto. Quizá tampoco sea de su interés primordial. Los reporteros no suelen preguntar sobre la situación internacional. Los bolivianos tenemos una mentalidad mediterránea que impide divisar el horizonte.
Existen pocas y valiosas excepciones de presidentes y de cancilleres con suficiente conocimiento sobre la historia mundial, los tratados internacionales, las repercusiones en Bolivia de conflictos en Asia o en África. El segundo periodo presidencial de Víctor Paz Estenssoro (1960-1964) fue el de mayores logros con las visitas de mandatarios de todo el mundo. Jaime Paz Zamora, como vicepresidente en 1982 y como presidente en 1989 insistió en estrechar relaciones con todos los continentes, los grupos de integración, las agrupaciones internacionalistas.
Entre los cancilleres hubo varios notables en la época liberal, grandes negociadores como Alberto Gutiérrez y Alberto Ostria. O también extraordinarios embajadores como Casto Rojas que salvaron a Bolivia de las derrotas militares. En la etapa democrática sobresalen Gustavo Fernández Saavedra- quizá el más completo del siglo XX- y Edgar Omiste. Karen Longaric fue ministra en el gobierno de transición; académica, doctora en relaciones internacionales, experta en el mundo diplomático.
En cambio, en los años del Movimiento al Socialismo (MAS) bajo el dirigente cocalero Evo Morales y bajo el economista Luis Arce Catacora, la cancillería boliviana fue rebajada a un espacio de corrientes pachamamistas.
David Choquehuanca (Omasuyos, 1961) no logró culminar sus estudios superiores. Desconocía los acuerdos firmados por Bolivia, las relaciones del país con sus vecinos, reemplazaba discursos en compromisos internacionales con cantos obligando a la audiencia a escucharlo. Es difícil imaginar que el antiguo mimado de ONGs hubiese podido defender a la patria en un debate sobre cualquier asunto de geopolítica.
Fernando Huanacuni Mamani (La Paz, 1966) lo reemplazó desde enero de 2017 a septiembre de 2018. Experto en “conocimientos ancestrales” fue invitado a diferentes foros woke. Es presentado como miembro de una religión ancestral “indígena originaria”. Maestro de artes marciales, estudió en el templo Shaolin de China. Abogado, diplomado en “currículos comunitarios”. Destruyó la academia diplomática. Nunca hubo una evaluación del estado en el que dejó a la Cancillería.
Diego Pary Rodríguez (Chajnacaya, Potosí 1978) pedagogo, viceministro de educación superior, llegó a representar a Bolivia por su experiencia como asesor de organizaciones campesinas y de interculturales. Sabía de temas indígenas cuando ocupó un lugar en la OEA o en Naciones Unidas, no sobre diplomacia. No tenía publicaciones sobre relaciones externas Expresaba apoyos o desacuerdos según la posición del Grupo de Puebla.
Rogelio Mayta Mayta (La Paz,1971) ocupó la cancillería por tres años con experiencia por defender a las trabajadoras del hogar y como profesor de derecho procesal y forense. Defendió la invasión rusa a Ucrania sin tomar en cuenta la secular postura boliviana contra las invasiones militares y el rechazo a la ocupación de territorios por la fuerza. En los discursos se limitaba a repetir consignas de los años 70 sin poder expresar una idea que reflejase reflexiones propias.
La posesión de Celinda Sosa (Yesera, 1963) continuó con la tendencia de nombrar cancilleres por su origen étnico y por sus experiencias como dirigentes sindicales sin tomar en cuenta su grado de preparación académica y su conocimiento de la diplomacia.
El Estado Plurinacional ha sido incapaz de expresar una posición coherente sobre el genocidio en Gaza, tergiversadas por sus relaciones con Irán y con Rusia.
La cancillería en estos 20 años se volvió un lugar de disfraces, ponchos, sombreritos, chalecos. Varios improvisados “diplomáticos” siguieron la onda.
Es fundamental que, en los próximos meses, el país recupere la esencia de un Ministerio de Relaciones Exteriores con personal inteligente, capacitado y sin imposturas.