Chuquisaca celebra este domingo los 216 años de la revolución que provocó una ola de alzamientos contra el régimen español y la consecuente guerra que terminó con la independencia de sus colonias sudamericanas. Esta vez, el aniversario es diferente por ser el del Bicentenario de la declaración de la independencia de las provincias del Alto Perú.
Pese a las distancias de la época y a las dificultades de las comunicaciones, el alzamiento de mayo fue el inicio del rompimiento que tendría su gesta militar final en Tumusla, donde cayó el último virrey de la corona española. El tiro de gracia fue la declaración de la independencia, que también tuvo como escenario a Chuquisaca.
Es 25 de Mayo y, aunque el Bicentenario inspira a unas pocas mentes, sabedoras de la real importancia de estas fechas, se extraña en el país una mayor relevancia de esta conmemoración histórica. En general, predomina la visión estrecha, muy por debajo de la magnitud de aquella celebración.
En relación a Chuquisaca, la tierra que dio inicio a la gesta libertaria de Charcas recibió de regalo la entrega de la Doble Vía Sucre-Yamparáez, además de otras obras que el presidente Luis Arce se encargó de inaugurar en las últimas horas.
Vale la ocasión para rememorar el papel fundamental que desempeñó la Universidad San Francisco Xavier en los últimos años de la dominación española, cuando se constituyó en el faro intelectual. En La Plata, actual Sucre, se estableció también la Academia Carolina, donde se debatieron las ideas del enciclopedismo, que dieron lugar a la Revolución Francesa. Por eso desde la vieja Charcas partió hacia todos los puntos cardinales de las colonias hispanas un brote de independencia que derivó en la emancipación de estas y otras tierras vecinas, alcanzada finalmente en 1825, en los predios jesuitas que hoy ocupa la Casa de la Libertad.
Chuquisaca fue, entonces, la simiente de la República de Bolivia, nacida aquí hace 200 años.
Nada bueno tendrían para decir los historiadores en el futuro si vieran que los bicentenarios solo hubieran servido para festejos, fotografías y el regodeo de autoridades. De ser así, seguramente concluirían que Bolivia, una vez más, no habrá podido superar las rencillas o diferencias internas frente a un sentimiento nacional único.
Un aniversario como este debería estar por encima de las posturas partidarias y de las opiniones en pugna. Pero se cruza con las elecciones y está ocurriendo lo que se temía: la sobreposición del proceso electoral a la trascendencia del Bicentenario.
En estos días, los comicios generales de agosto ocupan las primeras planas de los periódicos ante la incertidumbre generada por recursos judiciales que buscan frenarlos. Y cuando esto finalmente se dilucide, el país estará ya sumergido íntegramente en las campañas. Entonces, asuntos como la historia o el civismo habrán pasado a un segundo plano.
La coyuntura no es mala per se, sí lo es no darles el valor que se merecen los hechos y personajes que aportaron al nacimiento del país. En definitiva, los responsables de una mala gestión de los eventos recordatorios del Bicentenario serán juzgados por el tribunal implacable de los tiempos.