La falta de otro tipo de unidad

EDITORIAL Editorial Correo del Sur 30/05/2025
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El bicentenario de la declaración de la independencia del país encuentra a los bolivianos divididos. Un desafío postergado por mucho tiempo en la nación ha sido siempre el de una integración real, no solo entre unidades geográficas —que son efectivamente una dificultad física a la que se le ha dado una connotación cultural seguramente exagerada—, sino también y, sobre todo, desde el punto de vista social.

Las clases sociales en el país han sido desde siempre más o menos difusas, en su momento por el importante volumen de población campesina y la escasa cantidad de población fabril o industrial, al margen de los mineros; después, por la conformación de una pequeña élite intelectual que de una u otra forma ha parasitado el Estado, y de la que también ha salido la también escasa burguesía nacional. En los últimos 40 años, además, se ha multiplicado el comercio, que constituyó sus propias élites.

En ese esquema, conformar un “binomio ganador” para cualquier competencia electoral nunca ha sido algo sencillo. Sobre todo en los últimos años. Y los comicios de este 2025, por lo visto, no serán la excepción.

Desde que a principios de siglo, con motivo del censo, se pusiera en la agenda política el asunto de la identidad indígena, quien más quien menos ha intentado incorporar este tema en sus binomios. Obviamente el MAS lo representó con más fuerza, pues a partir de ese punto elaboró las principales ideas fuerza de su propuesta electoral. Evo Morales usurpó la identidad indígena, pero también la mayoría de los diputados, senadores y demás se explicaban desde ese encuadre. Aun así, no se resistieron a incluir a un intelectual blancoide en el binomio, Álvaro García Linera.

Los frentes políticos de oposición —que nunca fueron capaces de darle una continuidad a su acción, al margen de los ciclos electorales— hicieron algunos ensayos integrando indígenas en sus fórmulas; pero, por lo general, estas quedaron postizas. Así se buscó otro clivaje, tipo hombre–mujer, tratando de sumar también el de oriente–occidente, y últimamente se ha promocionado otro, joven–maduro, aún por testear. En general, ninguno les dio resultados positivos.

Por el contrario, los datos electorales indican que la fórmula del MAS fue, hasta ahora, un acierto, aunque algunos hoy sigan cuestionando su idoneidad, precisamente, porque no ha logrado hacer evolucionar el proceso de integración social necesaria y ha mantenido razonamientos de subordinación del estrato popular a las élites tradicionales, justificado precisamente en la propia experiencia de Morales y la conformación de su gabinete.

Hoy, cuando se han multiplicado las opciones en el ahora denominado “bloque popular” y en su contraparte de la oposición, los diferentes clivajes y opciones para conformar binomios siguen generando debates, y también evidenciando las tensiones sociales y raciales que no se han superado en el país.

Quién sabe si en estas elecciones se lograrán dar pasos adelante en ese sentido, o si todavía habrá que esperar un par de citas electorales a que las nuevas generaciones, que están creciendo más conectadas al mundo exterior que las pasadas y las actuales, logren conceptualizar otro tipo de país, con otras prioridades y otras líneas rojas.

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