Atributos del líder

EDITORIAL Editorial Correo del Sur 02/06/2025
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La campaña electoral en la que el país ya está enfrascado ha demostrado una alarmante falta de liderazgo en la clase política del país. Salvo las excepciones, que son las que confirman la regla, los candidatos a la presidencia son conocidos actores de la coyuntura nacional.

Entre las excepciones existe gente joven, pero con una historia política previa. Sus acciones, además, demuestran que su manera de hacer política no es nueva, sino que sigue los lineamientos de sus anteriores líderes. Es por eso que, pese a su juventud, se los considera más de lo mismo.

La renovación de cuadros dirigenciales no se limita a la irrupción de nuevos actores en la política nacional sino a que estos posean las características intrínsecas de lideresas o líderes. Si esos nuevos, o recientes, actores repiten las conductas de sus antecesores, no pueden considerarse líderes, sino imitadores de quienes les formaron directa o indirectamente.

El Diccionario de la Real Academia Española define a un líder como una “persona que dirige o conduce un partido político, un grupo social u otra colectividad” o bien una “persona o entidad que va a la cabeza entre los de su clase”, así que, para llegar a dirigir, es preciso contar con ciertos atributos.

El atributo general del liderazgo es la paternidad; es decir, que un líder debe ser como un buen padre de familia que trabaja para el sostenimiento de los suyos y los considera a todos por igual. Bolivia tuvo presidentes que no entendieron eso y mostraron notoriamente preferencia sobre ciertas regiones, o colectivos sociales, por sobre los demás.

Como el buen padre de familia, el líder no llama la atención en público, sino en privado. En la historia reciente tuvimos el deplorable ejemplo de un presidente que amonestó públicamente a un periodista y hasta llegó a maltratarlo en Palacio de Gobierno, frente a las cámaras de televisión. Los malos tratos son propios de personas que no merecen ser lideresas o líderes y deben ser interpretados como un síntoma preocupante, no solo en los casos de presidentes o altos dignatarios de Estado, sino en cualquier servidor público.

Además de esos atributos generales del buen liderazgo, existe otros que son específicos para los casos de lideresas o líderes políticos. 

Como la política no suele ser entendida como una ciencia, acudimos a lo publicado por una universidad, la Metropolitana de Ciudad de México, para apuntar algunas características intrínsecas que deberían tener las lideresas o lideres políticos: honestidad, amplio conocimiento multidisciplinario en política, alta capacidad de análisis, amplio criterio para delegar y trabajar con grupos y dirigir con autoridad, no con autoritarismo.

La Universidad Metropolitana describe cada una de estas características, pero, como no podemos reproducirlas todas, destacamos la primera, que se considera la más importante, que es la honestidad. 

Ningún dirigente sería tomado en serio si no fuera considerado una persona honesta, pues es el fundamento humano en el que reside la confianza. Ningún grupo de gente se siente seguro siendo liderado por una persona que engaña y que no demuestre ser justa, este último siendo un valor que también se relaciona con la verdad.  

Además de la honestidad, es deseable que un líder tenga conocimientos de aquello en lo que va a trabajar y, con eso, no nos referimos específicamente a la administración del aparato estatal, sino a lo descrito anteriormente, como un amplio conocimiento de la política, pero no solo por la vía intuitiva sino, también, académica. 

Si entre las y los postulantes a la Presidencia existen personas con esas características, entonces estaremos hablando de una buena candidata o candidato.

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