Los bloqueos que están volviendo a castigar al país han demostrado, nuevamente, que los bolivianos tenemos una inaudita capacidad para dañarnos entre nosotros, y esa es una característica que debió haber desaparecido en algún momento entre la declaratoria de la independencia y hoy, cuando estamos llegando a conmemorar 200 años de ese hito.
“¿Son racionales los bloqueos? Por los antecedentes históricos, esta clase de medidas de presión han sido siempre acciones desesperadas que en el pasado se ejecutaban para conseguir la atención de los gobiernos.
Y es que antes, cuando el centralismo secante no tenía el obstáculo de las normas de autonomía y descentralización administrativa, había que presentar las demandas al Gobierno de manera escrita y presencial, sencillamente porque no existía la red internet. Se viajaba por horas, generalmente por vías terrestres, para llegar hasta La Paz y presentar la nota. Había que tomar el recaudo de que el sello de recepción sea colocado también en la copia, para tener constancia de la entrega.
Las organizaciones sociales, los pueblos y otras colectividades se indignaban cuando los gobiernos no respondían a sus demandas, o, peor aún, cuando recibían una respuesta negativa. Entonces, se realizaban reuniones, donde decidían enviar una nueva comunicación, ya con un ultimátum, advirtiendo que, de no ser escuchadas sus demandas, o de persistir en la negativa, se iniciarían medidas de presión, comenzando por paros, alguna huelga quizá y, finalmente, los bloqueos de caminos.
Los bloqueos eran, por tanto, las medidas extremas que asumían para conseguir la atención de los gobiernos, luego de haber agotado etapas de negociación en las que los demandantes debían viajar varias veces adonde se tomaban las decisiones. Las demandas generalmente eran legítimas y estaban acompañadas de legalidad. Por tanto, aunque los bloqueos perjudicaban, había ocasiones en las que gozaban de la simpatía de no pocos segmentos de la población. Esos bloqueos, los del pasado, tenían un carácter humanista y humanitario: cuando la emergencia ameritaba, estos se levantaban, así sea por minutos, para permitir el paso de personas vulnerables, como los enfermos o embarazadas a punto de dar a luz.
Hoy en día, los bloqueos se han cubierto de capas de insensibilidad con escudos de argumentos baladíes. Ya no son las medidas extremas, a las que se recurría como última alternativa, sino las primeras en ser ejecutadas. Tampoco se organizan mediante convocatorias a asambleas o cabildos, sino simple y llanamente con el anzuelo de pagos que son entregados a sus protagonistas quienes, además, cuando pueden, llegan a cobrar a los pasajeros por permitirles el paso.
Ahora, se puede decir que hay bloqueos lindantes con la comisión de delitos. No solo se impide que las personas transiten libremente por el territorio nacional, como garantiza la Constitución, sino que no dejan pasar a personas vulnerables; incluso, violando las más elementales normas humanitarias, se impide el paso de ambulancias.
Para rematar, en los bloqueos que se ejecutan en estos momentos en varios lugares del occidente ni siquiera existe el argumento de la legitimidad. Al contrario, detrás de ellos está el capricho de una persona, pues se trata de imponer al resto de la población una candidatura que todas las instancias jurídicas del Estado han calificado de ilegal. Así, ¿acaso se pueden considerar populares estas medidas de presión?