Sucre y el Bicentenario

EDITORIAL Editorial Correo del Sur 11/06/2025
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El pasado 4 de junio se conmemoran los 195 años del asesinato del gran mariscal de Ayacucho, Antonio José de Sucre, cuyo papel en la independencia del territorio hoy boliviano fue determinante. Pese a eso, se trata de uno de los personajes menos recordado del Bicentenario que estamos viviendo.

¿A qué o a quiénes se les debe la independencia de Bolivia? Los historiadores se lo preguntan desde hace por lo menos una década. Ya en el año de la celebración central del 6 de Agosto, no existen una, sino varias respuestas.

Partiendo de lo simple, o bien lo popular, habrá que recordar que, cuando en Bolivia se habla de libertadores, los primeros nombres que se vienen a la memoria son los de Simón Bolívar y Antonio José de Sucre. Subsidiariamente se agrega un tercero, el de Andrés de Santa Cruz.

Pero el papel de Bolívar y Sucre fue puesto en entredicho hace algunos años cuando se puso en el tapete el hecho de que esos dos héroes de la independencia no protagonizaron ninguna acción de armas en estos territorios y, por tanto, mal pudieron haberlo liberado. “No dispararon un solo tiro en esta parte de América”, admitieron algunos investigadores mientras que otros —pocos— proclamaron que “debemos libertarnos de nuestros libertadores”.

Las razones de esas críticas tienen fundamento, pero deberían discutirse en grandes debates nacionales que brillan por su ausencia en el año del Bicentenario. Si así hubiera sido, el panorama histórico sería más claro.

Al respecto, una de las versiones señala que, si bien Bolívar y Sucre no protagonizaron ninguna batalla en el territorio que se convirtió en Bolivia, sí lo liberaron, puesto que su papel fue gravitante en la derrota del ejército español que seguía mandando en el Perú y en Charcas, al que se denominaba Alto Perú. La fuerza militar presente en el territorio que sumaba a esos dos espacios territoriales llegó a sumar 20.000 efectivos que fueron distribuidos en tres fracciones: el Ejército del Norte, que comandaba José de Canterac; el del Sur, liderado por Jerónimo Valdés, y el del Alto Perú, que encabezaba Pedro Antonio de Olañeta.

Lo que se sabía, y se amplificó en este bicentenario, es que Olañeta defeccionó en 1821 y restó sus fuerzas, que eran de unos 6.000 efectivos, al restante ejército español. Aun así, quedaba el grueso de esa fuerza militar, que fue derrotada en la campaña que Bolívar denominó “del sur”. Las batallas de Junín y Ayacucho desmantelaron ese ejército y el propio virrey, José de la Serna, tuvo que capitular tras la derrota sufrida en esta última.

El papel de Sucre no se limita a Ayacucho. El joven oficial ya habría logrado completar la independencia de la Gran Colombia con la Batalla de Pichincha, que liberó a Quito y lo que hoy es Ecuador y, ya en el Perú, tras la Batalla de Junín, quedó al frente de todo el Ejército Libertador del Sur. El rol que cumplió el Gran Mariscal, entonces, no fue simplemente de líder militar, sino de estadista, por cuanto a él le debemos el Estado surgido en 1825.

Sobre esto último profundizaremos en este mismo espacio más adelante, como parte de las reflexiones necesarias en este año tan especial para la historia boliviana.

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