¿Hasta dónde están dispuestos a llegar?

EDITORIAL Editorial Correo del Sur 12/06/2025
PUBLICITE AQUÍ

Los bloqueos que castigan al país hace más de 10 días han adquirido un inusual grado de violencia. Si antes llamaba la atención la inaudita capacidad de los bolivianos para dañarnos entre nosotros —triste característica que debió haber desaparecido en algún momento entre la declaratoria de la independencia y hoy, cuando estamos a  punto de conmemorar 200 años de ese hito— ahora tiene que llevarnos a una seria reflexión el actual estado de caos que se vive en poblaciones y carreteras nacionales.

Sobre lo primero, ¿son racionales los bloqueos? Por los antecedentes históricos, esta clase de medidas de presión han sido siempre acciones desesperadas que en el pasado se ejecutaban para conseguir la atención de los gobiernos. Y es que antes, cuando el centralismo secante no tenía el obstáculo de las normas de autonomía y descentralización administrativa, había que presentar las demandas al Gobierno de manera escrita y presencial, sencillamente, porque no existía el internet. Se viajaba por horas, generalmente por vías terrestres, para llegar hasta La Paz.

Las organizaciones sociales, los pueblos y otras colectividades se indignaban cuando los gobiernos no respondían a sus demandas, o, peor aún, cuando recibían una respuesta negativa. Entonces, había reuniones, donde decidían enviar una nueva comunicación, ya con un ultimátum, advirtiendo que, de no ser escuchadas sus demandas, o de persistir en la negativa de no tomarlas en cuenta, se iniciarían medidas de presión, comenzando por paros, alguna huelga, quizá, y, finalmente, los bloqueos de caminos. Estos eran, por tanto, medidas extremas que asumían para conseguir la atención de los gobiernos, luego de haber agotado etapas de negociación en las que los demandantes debían viajar adonde se tomaban las decisiones.

Las demandas generalmente eran legítimas y estaban acompañadas de legalidad; por tanto, aunque los bloqueos perjudicaban, en ocasiones gozaban de la simpatía de no pocos segmentos de la población.

Esos bloqueos, los del pasado, tenían un carácter humanista y humanitario: cuando la emergencia ameritaba, se levantaban, así sea por minutos, para permitir el paso de personas vulnerables, como los enfermos o embarazadas a punto de dar a luz. Hoy en día, en cambio, se han cubierto de capas de insensibilidad con escudos de argumentos baladíes. Ya no son las medidas extremas a las que se recurría como última alternativa; son las primeras en ser ejecutadas. Tampoco se organizan mediante convocatorias a asambleas o cabildos, sino con el anzuelo de pagos que son entregados a sus protagonistas quienes, además, cuando pueden, llegan a cobrar a los pasajeros por permitirles el paso.

En las últimas horas, al frente de los bloqueos de carreteras se han puesto verdaderos delincuentes que, incluso portando armas de fuego y sin que les tiemble la mano, llegan a matar policías. Y además de impedir el libre tránsito, como garantiza la Constitución, ingresan a pueblos —como Llallagua, en Potosí— y siembran el pánico en la población civil. Antes, habían dado muestras de su crueldad al violar normas humanitarias elementales impidiendo el paso de ambulancias.

El Gobierno y las fuerzas del orden claramente han sido sobrepasados. No se soporta más este estado de cosas, el caos reinante en carreteras y localidades cuyos pobladores no duermen por temor a la amenaza latente de los bloqueadores. El expresidente Evo Morales, autor intelectual de esta insensatez —que, no hay que olvidarlo, tiene como objetivo la habilitación de su candidatura para las próximas elecciones y, también, la renuncia del presidente Luis Arce— anunció este miércoles que no detendrá a los movilizados. Se han cargado ya dos muertes, ¿hasta dónde están dispuestos a llegar?

Compartir:
Más artículos del autor


Lo más leido

1
2
3
4
5
1
2
3
4
5
Suplementos


    ECOS


    Péndulo Político


    Mi Doctor