Una empresa local, durante las actividades feriales del pasado mes de mayo, presentó un árbol de sugerencias para que los visitantes pudieran dejar constancia de sus deseos personales en las fiestas mayas, iniciativa que tuvo gran acogida. Cada hoja contenía un deseo, a cual más interesante.
Es increíble la capacidad de la gente cuando se la incentiva a participar en concursos en los que explotan sus mentes, vírgenes para ideas novedosas y, sobre todo, en ideas que las tienen escondidas en el corazón, que fluyen con extraordinaria facilidad cuando las tienen en el subconsciente reprimidas por la falta de oportunidades. Es el caso que comentamos.
“Un trabajo para mi papá”, es la emotiva frase infantil que da origen a esta nota, por lo que implica, por el mensaje espontáneo que lleva. Quiero que mi papá tenga un trabajo estable, que nos permita vivir dignamente, que tenga un seguro médico y un sueldo mensual para alimentarnos, para educarnos. No queremos depender de bonos esporádicos ni hacer cola para cobrarlos y que siempre están condicionados políticamente. Recibir dinero que no se lo ha producido, o que ha sido producido por otros, no es digno. Desde niños tienen que saber que la riqueza nunca es suficiente para distribuirla gratuitamente entre los pobres. No alcanza.
Lo que hay que generar son fuentes de empleo, crear condiciones para que la gente pueda trabajar debería ser el objetivo nacional, el plan de gobierno de muchos políticos, saturados de demagogia y de ofertas que se alejan cuando consiguen el poder.
Bolivia es un país hermoso y está bendecido por grandes riquezas, pero está invadido por extremismos foráneos que han encontrado nativos dispuestos a matar para ejercer el poder, para mantenerlo o para recuperarlo, y esa es la amenaza que nos tiene convulsionados. No se trabaja ni se permite trabajar, el orden ha sido sustituido por el caos y en lugar de construir carreteras, las destrozamos. Basta ya de las 36 nacionalidades: somos todos bolivianos, los que hemos nacido en esta tierra y los que la han elegido para vivir.
Basta de hipocresía, pregonar que el cóndor necesita dos a alas para volar, la izquierda y la derecha, para después cambiar hasta nuestro escudo en la documentación oficial y pretender izar una bandera occidental en el oriente no es una demostración de hermandad. Ambas y otras, las regionales, deberían merecer nuestro afecto y respeto, pero identificarnos solo con la tricolor.
El mensaje de ese niño implica lo dicho y mucho más.