Uno de los rostros del conflicto

EDITORIAL Editorial Correo del Sur 13/06/2025
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Si se revisa el mapa de los bloqueos, se verá donde hubo mayor violencia, con pérdidas de vidas humanas, es en el Chapare y el norte de Potosí, específicamente en Llallagua, donde bloqueadores atacaron a policías con armas de fuego de largo alcance.

Lo del Chapare no extraña a nadie: se sabe que ese es el feudo de Evo Morales y, como se ha remarcado en el actual conflicto, el territorio del país donde se produce la mayor cantidad de coca destinada al narcotráfico.

En cambio, el papel de Llallagua se pintaba novedoso en los primeros días de los bloqueos del ‘evismo’. ¿Por qué esa región potosina concentró la atención de todos y fue el escenario de un enfrentamiento mortal?

Entre las primeras respuestas están unas frases que se escucha en uno de los muchos videos de los enfrentamientos enviados desde el lugar de los hechos a los periodistas. Allí se muestra movimiento de gente en unos cerros y se escucha lo siguiente: “Estos son los de Qaqachaca, México Chico. Han llegado ya a ayudar a los bloqueadores. Están con rifles, están armados”.

Lo primero que llama la atención de ese video es la mención a los qaqachacas, un ayllu que no es del norte de Potosí sino del sur de Oruro. Otro detalle a tomar en cuenta: fueron también ellos quienes atacaron a Challapata cuatro días antes de la masacre de policías. Cabe, entonces, la pregunta: ¿Qué tienen que ver los qaqachacas en todo esto?

La respuesta no está en todo el ayllu Qaqachaka, sino en una pequeña población llamada Cotaña Pampa, ubicada justo en el límite interdepartamental con Potosí y cuyo nombre ya está perdido porque ahora tiene otro: “México Chico”, en directa alusión a aquel país donde, como también se sabe, reina la inseguridad por los cárteles del narcotráfico.

La región boliviana en cuestión destacó en los últimos años por actividades similares. Investigaciones periodísticas señalaron en años pasados que por allí campean el narco y los autos robados, al mando de “chuteros”. El destino de la mercadería ilegal es Challapata, donde existe todo un mercado para su venta.

Pero si bien la venta de autos robados representa un negocio lucrativo, lo es más el de la droga y, en el caso del altiplano, no solo se habla de la circulación de la cocaína sino también del sembrado de marihuana en el norte potosino, en territorio de los ayllus que fueron notoriamente beneficiados durante el dilatado gobierno de Morales. Ahí está, entonces, la relación entre los qaqachacas de Oruro y los del norte potosino que, tras haber sido enemigos por décadas, dentro de la denominada “guerra de ayllus”, ahora actúan conjuntamente porque protegen sus intereses económicos.

Estos temas fueron discutidos en una reunión entre las principales autoridades de esa cartera de Estado y el Alto Mando Policial. La Policía tenía esta información desde que las poblaciones involucradas comenzaron a convertirse en territorios de la ilegalidad, pero no intervenía. Al terminar ese encuentro, el viceministro de Seguridad Ciudadana, Jhonny Aguilera, salió a la prensa a hacer oficial el que, hasta ese momento, era un secreto a voces: “Las finalidades de estos asesinatos (de policías) son indudablemente políticas, económicas y, en el caso puntual de Llallagua, vinculadas al narcotráfico”.

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