Aunque el sábado le restó la publicidad que tenía en años anteriores, ayer se recordó el denominado “Año Nuevo Andino Amazónico y del Chaco”, una conmemoración establecida como tal en 2018 mediante la Ley 1128, promulgada por el entonces presidente Evo Morales.
Según establece el artículo 1 de esa norma, esta determinación tuvo el propósito de promocionar un supuesto año nuevo a celebrarse cada 21 de junio como “manifestación y expresión de tradición, cosmovisión y saberes ancestrales de las Naciones y Pueblos Indígena Originario Campesinos del Estado Plurinacional de Bolivia”.
Los orígenes de esta conmemoración son anteriores, pero van siete años de la promulgación de la Ley 1128, y con el partido que la impulsó en notoria decadencia, suman las voces que advierten que los motivos de la celebración no fueron culturales, sino más bien políticos, en otras palabras, que lo que se hizo es imponer dicha celebración para “romper” con lo colonial —entendido este como todo aquello que proviene de la dominación española y la cultura occidental— y promocionar saberes que se suponía hasta ese momento preteridos.
El “año nuevo andino” tiene su base en el Inti Raymi, que es especialmente importante en Cuzco donde se ha convertido en un atractivo turístico de primer orden para esa región peruana. Cada año, miles de turistas van a visitarla para presenciar lo que se ofrece como una recreación del Inti Raymi que se celebraba en tiempos prehispánicos. Recientemente, historiadores advirtieron que, si bien esa y otras fiestas del incario se celebraban durante ese periodo, eran más bien rutinarias y no alcanzaban los niveles de ceremonia que suele mostrarse en el Cuzco. Aparentemente, el festejo, como se lo conoce hoy en día, fue impulsado en la década del 40 por gente dedicada al turismo, con muy buenos resultados.
Cuando ya el Inti Raymi era una gran atracción peruana, al finalizar la década del 60, instituciones como el Centro de Investigación y Promoción del Campesinado y el Centro de Promoción y Coordinación Campesina reivindicaron la festividad como una manera de expresar su rechazo hacia conductas hegemónicas que eran ejercidas por las clases gobernantes, particularmente el racismo y la discriminación. Los integrantes de esos colectivos comenzaron a celebrarlo como una manera de protestar contra esas actitudes.
Tiene base la astronomía, puesto que se calcula que el 21 de junio se produce el solsticio de invierno, que es cuando el sol está en su punto más distante de la Tierra. Ese fenómeno anual se conmemoraba en el incario, pero solo a partir del gobierno del inca Pachakuti, allá por el año 1430. Este gobernante fue el que expandió el Tawantinsuyo y, para consolidar su crecimiento, asumió el culto al sol como uno de los más importantes, pese a que la deidad principal de los pueblos andinos era Pachakamaj. Su argumento era que los incas descendían del sol; por tanto, Pachakuti impuso un discurso y, al parecer, lo mismo intenta el Gobierno boliviano desde que introdujo la conmemoración, no solo en el calendario festivo nacional sino en el administrativo mediante un feriado.
La existencia del Inti Raymi es indiscutible, pero, como este periódico lo públicó varias veces en su revista ECOS, lo que no existió, ni siquiera en el incario, fue el “año nuevo andino”. Lo de “amazónico” y “del chaco” o “chaqueño” parecen meras actitudes de inclusión.