Bolivia, tierra de oportunidades (para algunos pocos)

Monica Briançon Messinger 08/07/2025
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Si tu apellido es Arce y tu edad apenas supera los 20, el sistema financiero boliviano te abre sus brazos como si fueras el hijo pródigo de Wall Street: alfombra roja, $us 9,1 millones en créditos, sin historial, sin experiencia y, claro, sin vergüenza. Mientras tanto, en la otra Bolivia —la que no sale en la foto oficial del gabinete ni en las cifras del INE—, una ama de casa de El Alto firma un préstamo "gota a gota" con un colombiano sin corbata, pero con pistola, al 20% diario. Sí, leíste bien: diario.

La pregunta no es quién aprobó semejantes créditos a los benjamines del poder, sino quién se sigue tragando el cuento del "gobierno del pueblo" mientras mastica fideos sin carne. Porque resulta que cuando tienes el gen correcto, no necesitas ni startup, ni pitch, ni plan de negocios. Basta con un apellido presidencial y un formulario lleno en tinta azul. ¿Quieres millones para una empresa de logística o de lo que se te ocurra? ¡Pum! Te cae el crédito más rápido que un pajpaku cuando se inventa una pomada salvadora.

Pero hablemos de los verdaderos “emprendedores” de Plurilandia: esas mujeres que quieren comprar un traje de moreno o de caporal para que su hijo o hija baile en honor al Señor del Gran Poder o a la Virgen de Urkupiña. Una devoción que ya no se mide en fe, sino en cuotas usureras. ¿Quién financia ese sueño devocional? Un prestamista colombiano que llegó sin papeles pero con una libreta y un par de matones. Le prestan 1.000 bolivianos hoy, y mañana debe 1.200. Al tercer día, ya debe vender su tele, y al cuarto, se esconde para que no le echen gasolina a su casita de dos cuartos.

Mientras tanto, los bancos —esos que no te dan ni un préstamo para una licuadora si no tienes garantía y sangre real— abren los grifos a los vástagos del poder. Dicen que es “legal”. Claro, como si lo legal y lo ético fueran lo mismo. Aquí en Bolivia confundimos lo legal con lo legítimo y lo ilegítimo con lo normal. Y así vamos: naturalizando que el hijo del presidente pueda acceder a cifras millonarias mientras la hija de la vendedora de papa no puede ni pagar el bordado del traje que necesita para bailar por su fe.

La usura se ha democratizado. En la cima, con bancos que operan como padres indulgentes con los hijos del poder. Abajo, con usureros que no entienden de devoción pero saben muy bien cómo quebrar un alma. Y el Estado, bien gracias, mirando para otro lado, o quizás mirando para el mismo lado que los Arce juniors: hacia la caja fuerte.

Quizás, un día, cuando se nos pase el mareo de tanto desfile, entrada folklórica y discurso patriótico, entendamos que mientras en la cima juegan al Monopolio con billetes reales, en las calles las mujeres endeudadas por amor, fe, o necesidad, bailan con cadenas invisibles. Pero esas sí que pesan.

Y nadie dice nada porque en Plurilandia todo es posible. Puedes ser devoto o deudor, hijo de presidente o preso del interés compuesto. Puedes tener una pyme o una pistola en la sien. Lo que no puedes es ser ingenuo. Porque aquí los santos hacen milagros, sólo si vas bien vestido… y los Arce, bueno, ellos también hacen magia: convierten el poder político en oportunidades bancarias, y el silencio institucional en un cheque al portador.

Y mientras el país baila, canta y se disfraza, la deuda sigue creciendo. No la de los Arce, claro. La tuya.

 

* La autora es periodista

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