El periodismo impreso no solo informa sobre lo que ocurre en una colectividad sino que, al hacerlo diariamente, está escribiendo su historia.
La masificación de internet y sus plataformas, utilizadas ahora para la publicación de contenidos, incluso periodísticos, le ha restado espacios al diarismo; es decir, a la actividad que, todavía hoy, consiste en la publicación de periódicos de manera diaria. Se ha llegado a tal punto que persisten las voces en el sentido de que estos nuevos soportes podrían desplazar a los medios convencionales, particularmente a los impresos.
Es cierto que muchos diarios han suspendido ediciones, tanto en Bolivia como en otros países, pero, en la mayoría de los casos, los cierres no fueron motivados por la influencia de internet, y las denominadas redes sociales, sino por otros factores, mayoritariamente económicos. También es evidente que varios otros están soportando estoicamente las arremetidas de la tecnología y la minoría ha conseguido utilizar los nuevos medios para permanecer vigentes.
Pero hay un detalle a tomar en cuenta: si los anuncios agoreros se hacen realidad, y finalmente los impresos desaparecen, la humanidad perderá su memoria escrita. Desde la aparición de los soportes móviles, como el papiro y el papel, y de la escritura, las civilizaciones comenzaron a volcar sus conocimientos en estos. Eso permitió el surgimiento de la memoria documental, que pervive hasta el presente, particularmente en los países que la conservan metódica y eficientemente. A eso se sumó, más o menos a partir del siglo XVII, la aparición de los periódicos que, con el paso del tiempo se convirtieron en diarios. Cuando estos se posicionaron, el registro de los acontecimientos de las sociedades también fue diario. Hoy en día, quien quiera saber lo que pasó en el pasado, encuentra a los periódicos como los principales registradores diarios. Es probable que se encuentre la manera de reemplazar el registro diario, pero, de ser así, tendrá que ser en soportes tan solventes como el papel, y esa tarea no la cumple, por ahora, el almacenamiento en la nube.
La importancia de la memoria escrita se vio particularmente en Potosí en los últimos años, cuando esta ciudad había perdido su memoria escrita porque los periódicos existentes no aparecían de manera diaria. Todavía hoy, quienes acuden a las hemerotecas, y buscan registros de hechos sucedidos en ese periodo, no los encuentran porque la falta de continuidad ha dejado lagunas que, más de 20 años después, son imposibles de llenar.
Un día como hoy, hace 24 años, la región del Cerro Rico recuperó su memoria escrita porque aparecía el primer número de El Potosí, un diario que fue recibido con algarabía, pero también con escepticismo. Se trataba de un producto de la empresa que hoy se llama Editora del Sur S.R.L. Mucha gente, incluso periodistas, afirmaba que los potosinos habían perdido la costumbre de leer, así que el periódico no iba a durar. Contra esos pronósticos, también agoreros, el diario ha roto todos los récords que existían antes de su aparición: se convirtió en el de mayor permanencia y el que más números ha editado, pues el de hoy es el 8.176.
Durante estos 24 años, El Potosí ha registrado, día tras día, la historia de su región y eso es lo que hace importante a esta fecha. Esa labor solo se detuvo, por escasos días, durante el confinamiento obligado por la pandemia de covid-19, cuando se prohibió la circulación de personas y eso hacía inviable la venta de periódicos.
Estamos en camino a nuestras bodas de plata. Ya no importa tanto lo que venga, pues, indudablemente, El Potosí ha hecho historia.