Sucre, la ciudad donde se fundó Bolivia, es, desde ayer, la sede del Encuentro Internacional de Historiadores Iberoamericanos que, sin demasiada promoción, aspavientos, ni gran inversión de dinero, apunta a convertirse en el más importante acontecimiento del bicentenario de declaración de nuestra independencia.
El encuentro congrega a historiadores, investigadores y escritores de Argentina, Bolivia, Chile, Colombia y Perú, lo que le da rango internacional, pero lo que podría convertirse en un hito es la entrega de un nuevo monumento a la heroína Juana Azurduy de Padilla que está emplazado en la Plaza 25 de Mayo de la capital del Estado.
Como se ha destacado en este encuentro, Juana Azurduy es la heroína más importante de Bolivia. Su participación en la Guerra de la Independencia fue fundamental debido a las acciones desarrolladas junto a su esposo Manuel Asencio Padilla desde 1809, cuando estalló la revolución del 25 de Mayo en Chuquisaca, hasta la formación de la republiqueta de La Laguna. Tras la muerte de su cónyuge, ella asumió el liderazgo de la guerrilla que tuvo la importante misión de evitar que los realistas retomen el control de la sede de la Audiencia de Charcas.
Que, pese a las aclaraciones acompañadas de pruebas documentales, todavía se mantenga la equivocada fecha de nacimiento del 12 de julio es un dato formal e irrelevante frente a la magnitud de la figura de Juana Azurduy, para la que no bastan todos los libros que se ha escrito hasta el momento. Eso y más justifican no solo monumentos, sino cátedras de estudio de su vida. Esas y otras razones motivaron que los organizadores de este encuentro planteen al Banco Unión la necesidad de levantar otro monumento a la guerrillera y el pedido fue acogido favorablemente. Cuando la estatua esté terminada, y pueda ser apreciada por propios y extraños en la mismísima Plaza 25 de Mayo, será un recordatorio imperecedero de este bicentenario.
¿Cuánto cuesta una estatua? La inversión varía desde el material a emplearse hasta el valor de sus autores, pasando por el tamaño. Lo más recomendable es el bronce, al que se considera material noble y duradero, y a eso hay que agregar dimensiones y base. Mientras más grande la estatua, mayor será el precio. Hay que tomar en cuenta, también, el detalle del escultor o escultores porque, cuando se trata de grandes maestros, estos suelen cobrar más caro. Con todas esas variables, el precio oscilaría entre 2.000 a 15.000 dólares, un costo moderado si se compara con el que representa obras grandes de infraestructura, que no siempre son utilizadas como son proyectadas.
Las obras que son ejecutadas con recursos fiscales deberían de ser proyectadas y ejecutadas para larga duración y uso eficaz. Por eso es que las estatuas son buen ejemplo de esto: su objetivo es preservar la memoria de personajes y hechos históricos y, en ese marco, cumplen su objetivo desde el momento en que son emplazadas. Un monumento, por tanto, es para siempre y sus impulsores pasan a formar parte de su historia.
Lo mismo pasa con los libros, lo que justifica que el encuentro inaugurado anoche haya incluido la impresión del “Libro de oro del Bicentenario” en el que estarán incluidos los ensayos de las ponencias que presentarán los historiadores. Si son guardados en lugares adecuados, los libros son eternos, y su costo es menor al de las estatuas, así que representan una gran inversión, a bajo costo.
En ese sentido, otro buen ejemplo es el del Banco de Crédito que ha aceptado las propuestas editoriales de este diario, consistentes en la impresión de hasta tres libros por el bicentenario, que también serán presentados con motivo de esta efeméride y que anunciamos por primera vez este domingo.