Escuchar... y ¡no condenar!

LA AVENTURA DE CRECER CONTIGO Pedro Rentería Guardo 18/07/2025
PUBLICITE AQUÍ

En varias ocasiones los chavales con quienes comparto los artículos de esta columna me habéis preguntado de dónde surgen las ideas para su desarrollo y posterior publicación.

Mi respuesta siempre ha sido:

- La verdad, changuitos, no lo sé muy bien. Creo que entran en juego, como se dice, varios factores: lo que uno lee y brotan ideas, lo que uno escucha y, dándole forma literaria, lo pasa a la pantalla del compu... Supongo que la costumbre de escribir -y quisiera dedicar más tiempo a ello- favorece una “soltura”, una espontaneidad, en la que se originan y crecen los conceptos a usar.

Eso sí, tengo a mano en la mochila mi libretita roja, de la que escribí hace mucho, mucho tiempo, donde apunto a veces una frase, a veces un pensamiento, a veces una sola palabra que después sirven de materia prima para confeccionar, por ejemplo, estas líneas que estáis leyendo vosotros chicos y mis otros lectores también. 

Hace unas semanas apunté en esa libreta el título de arriba. Una directora de Secundaria de un colegio muy conocido en Sucre, se expresó con esas palabras para animarme en la labor que tengo los lunes y jueves por las tardes cuando visitó la Unidad Educativa con la encomienda de encontrarme con los adolescentes, muchachas y muchachos, con el fin de escuchar sus circunstancias de vida, así como de celebrar, con quien lo necesite, el sacramento de la Confesión o Reconciliación. 

Me parecieron unas palabras sugestivas las de la directora. Buenas para un título. Tal es así que después de escucharlas pensé: ¿es que esta buena persona me está queriendo decir que los adultos, en general, escuchamos poco a jóvenes y adolescentes y más bien mantenemos hacia ellas y ellos una actitud de crítica, desaire, juicio ramplón, humillación... ¡condena!, en fin?

Confieso que en mi vocabulario del corazón aparece ese término, “escuchar”, en el primer puesto del ranking. Considero que es el gran valor ausente en nuestra sociedad en la que abundan más bien los ruidos materiales y los originados por mil preocupaciones, las propagandas ensordecedoras y los intentos de convencernos de muchos charlatanes demasiado sueltos de lengua. 

¿Será que los adolescentes molestáis en muchos ambientes, quizá en muchas familias? Siempre se dice que abundáis en superficialidad, flojera, atrevimiento. Vuestra comunicación suele ser mínima con los papás y demás familia. La entrega al grupo de amigos, colegas, cuates y la confianza en ellos es tal que diríase es un misterio todo lo que ocurre dentro, una especie de “top secret”, indescifrable para adultos.  

El otro día comentaba nuestro arzobispo de Sucre que los adolescentes no frecuentáis las redes sociales, sino que vivís en ellas. Una expresión muy apropiada para indicar la radical dependencia del celular. Aparatito -diría “cacharrito” en mi infancia- al que os llegan costumbres, modas, valores, vaivenes históricos de otras latitudes, que uniforman globalmente a los jóvenes de este intrincado planeta.

Hasta aquí vamos más o menos bien. La verdad es que no me creo algunas de las afirmaciones que os acabo de escribir sobre vuestros procederes. Quiero habitar el mundo de lo “posi” (jerga callejera que significa “positivo”) Y me pregunto si todo eso que los mayores llegamos a decir de vosotros no es también nuestro patrimonio: muchas veces fallo y fallamos en comunicación, el “top secret”, es decir, la corrupción, campea en muchos ambientes adultos y nuestra dependencia del celular es hoy absoluta.   

Por tanto, escuchemos, escuchémonos unos a otros. Escuchemos a los jóvenes. Escuchemos a los adultos: papás, abuelitos, hermanitos, primos, vecinos, docentes, amigos... pero amigos de verdad, no esos que deambulan por sendas oscuras y os buscan como acompañantes. Escuchemos igualmente a las mascotas, que viven su particular lenguaje, siempre para nuestro bien. 

Termino. En mi experiencia de escucha con adolescentes y jóvenes constato una especie de bipolaridad. Por un lado, los conocemos en actitudes y comportamientos exteriores. Maneras cotidianas con las que se nos presentan. Pero cuando han atravesado la frontera hacia la intimidad, sus poses normales caen y descubrimos, con libertad y respeto hacia ellos, otra línea de vida, necesidades a veces desconocidas, interioridades que navegan entre lo vergonzoso y lo sublime. 

Por favor, nunca dudemos de la urgencia que los hijos tienen de ser escuchados. Tengamos paciencia, quizá infinita. Sus miradas, sus palabras, incluso sus silencios, son pura comunicación. Aunque parezcan tan independientes, ellas y ellos nos necesitan. Y nos escudriñan buscando el momento oportuno para encontrar nuestra confianza y cariño. 

- Bueno chavales, ahora decidme si estáis de acuerdo con estas ideas de mi libretita roja. Os escucho.

Compartir:
Más artículos del autor


Lo más leido

1
2
3
4
5
1
2
3
4
5
Suplementos


    ECOS


    Péndulo Político


    Mi Doctor