El 20 de agosto de 2025 caerá en miércoles y el país habrá terminado de vivir los dos capítulos más importantes previstos para este año: la celebración del bicentenario de su independencia y las elecciones generales.
Comenzando por lo menos duro es preciso decir, a estas alturas, que dentro de un mes se sabrá si el bicentenario se salvó de un fracaso rotundo o logró llenar sus carencias con los actos festivos que han sido programados para el día central, el 6 de Agosto.
Una simple mirada a la agenda socializada por la Delegación Presidencial del Bicentenario permite confirmar que no se ha programado ninguna entrega de obra memorable para esa fecha. Por lógica histórica, los actos centrales se realizarán en Sucre, pero en la agenda general no aparece nada que se parezca a infraestructura o algún otro proyecto memorable o funcional.
Un acto previsto para el 5 de agosto, como la “iluminación de monumentos representativos en el mundo con la wiphala y la bandera boliviana”, tiende a tener trascendencia momentánea, que quedará olvidada en el resto del mundo en las horas subsiguientes, mientras que en Bolivia seguramente acicateará la polémica, todavía no aceptado del todo, por el símbolo que los gobiernos del MAS intentaron posicionar como representativo de los pueblos originarios.
El uso de la wiphala grafica el tono ideologizado de este bicentenario. En lugar de preocuparse por dejar algo tangible para la historia, se han incorporado elementos como la también polémica descolonización o se han priorizado elementos sindicales en lugar de propiciar debates de temas históricos, que debió ser el rasgo principal de esta conmemoración.
El acto central del 6 de Agosto estará sujeto a un programa especial. Otras actividades, igualmente de trascendencia temporal, son la llegada a Sucre de jinetes chicheños que integrarán la Cabalgata del Bicentenario y el “mapping” internacional denominado “Bolivia en el mundo”.
Hasta aquí, el Gobierno no ha logrado cumplir los objetivos que se trazó al iniciarse los preparativos de esta conmemoración. El proyecto de las plazas del bicentenario sigue estancado en la Asamblea Legislativa Plurinacional (ALP) y es probable que pronto se tenga noticias respecto al hospital gastroenterológico de cuarto nivel que, empero, ha sido proyectado para construirse en La Paz, reproduciendo el centralismo que ningún efecto positivo tuvo en estos 200 años de vida republicana. En ese sentido, los actos más memorables serán la estatua de Juana Azurduy, costeada por el Banco Unión, y la publicación de los libros que esta empresa periodística está editando especialmente para este bicentenario.
Por otro lado, el 20 de agosto también se conocerá cómo estará conformado el nuevo gobierno, puesto que ya se habrán difundido los datos oficiales. Aunque previsiblemente no se conozca quién será el próximo presidente —porque esto podría dilucidarse en una segunda vuelta electoral—, sí se sabrá cómo estará conformada la próxima ALP.
Los resultados que emerjan de las urnas el 17 de agosto tendrán un impacto directo en la economía del país —que ya no depende de la cotización oficial sino del dólar paralelo— y permitirán proyectar el tipo de país que tendremos, por lo menos, en el año venidero.
Hasta ahora, las encuestas no dejan nada claro y, entretanto, se especula sobre el probable retorno de la denominada ‘democracia pactada’, es decir, de los acuerdos entre los partidos que lleguen a tener representación parlamentaria para asegurar la gobernabilidad, al menos, desde la ALP. Lo que ocurra después en las calles, en lo social, resulta también parte del cúmulo de incertidumbres que giran en torno a las elecciones.