El continuo ascenso de casos de sarampión en el país constituye un retroceso en la lucha contra esa enfermedad, que se creía erradicada pero que ahora se presenta de nuevo como una epidemia. De esto no se puede culpar a los gobiernos, porque las campañas de vacunación se han visto afectadas por la sañuda propaganda que desataron los antivacunas en contra de ellas.
Entre los muchos denominativos que ha recibido Bolivia está el de “país que baila”, obvia referencia a la tendencia de muchos a danzar como parte de una extendida manifestación humana de la que les resulta difícil sustraerse.
En esencia, como se sabe, la danza es un arte para nada exclusivo de Bolivia, ni de Perú, ni de cualquier otro país. Actividad producto de la creación humana, además de lo intrínsecamente musical tiene su lado lúdico. Estas y otras características fueron suficientes para que se la considere entre las siete artes clásicas desde muy temprano en la Historia.
Pero si bien es universal, la danza, en cada país, incluso en cada región, tiene características particulares. En el caso del occidente boliviano, sobre todo en la zona andina, los pueblos originarios apelaban a ella no solo para alegrarse, sino para expresar todo tipo de emociones, incluido el dolor, o para celebrar actividades como la siembra y la cosecha.
Quizás por eso la capacidad de conciliar los conflictos con las festividades es uno de los rasgos propios de los bolivianos, por más lamentables que sean las consecuencias de los disturbios. Las recientes fiestas del Gran Poder, en La Paz, y de la Entrada Universitaria en Sucre se llevaron adelante, contra viento y marea, en circunstancias en las que el país se lamentaba.
Ambas coincidieron el mismo día, cuando los recuerdos de las fatales jornadas de los bloqueos ejecutados por afines a Evo Morales aún estaban vivos en la memoria de todos. Y las redes sociales explotaron en críticas.
Es entendible. Así como también se deben considerar factores importantes, como el hecho de que este tipo de acontecimientos conllevan tiempo de preparación y traen aparejado un movimiento económico que, en muchos casos, resulta vital para familias enteras, más aún en los tiempos de crisis que corren.
Ya el país quedó bastante golpeado con las significativas pérdidas económicas provocadas por la obstrucción de las carreteras: solo para los productores agropecuarios, 504 millones de bolivianos en 12 días, según el Ministerio de Desarrollo Rural y Tierras. Para el consumidor de varios departamentos, eso se traduce en un alza significativa de los precios de productos de consumo cotidiano.
El debate sobre la realización o la suspensión de las manifestaciones culturales de gran movimiento social y económico, como las dos mencionadas, en tiempos de violencia o de luto, como ocurrió hace poco, requiere de un análisis multidisciplinario y holístico, que tome en cuenta todas las variables y no simplemente se reduzca a una o dos. Incluso —aunque a muchos no les guste— la de la cuestión religiosa, que no pocos danzarines ponen por delante. Y es necesario revisar el serio problema social del excesivo consumo de alcohol.