Faltan 19 días para las elecciones generales. Hasta el cierre de edición de este artículo, tanto el partido Fuerza del Pueblo como Morena no presentaron a sus candidatos vicepresidenciables.
Estamos acostumbrados a hacer las cosas a último minuto. Me acuerdo de los exámenes finales, en la U o en el colegio, y siempre había este cuate que pedía un minutito extra para exprimir a sus escasas neuronas, y tratar de responder a alguna de las preguntas.
Por supuesto, la exprimida no funcionaba. El cuate se rascó las gónadas, todo el año, pensó en la inmortalidad del burro, no hizo sus tareas, no estudió, pero pidió la gracia del último minuto, a ver si la gloriosa providencia le soplaba la respuesta. Por supuesto la respuesta era: cero.
Algo así sucede en la chacota electoral que sufre Plurilandia: A último minuto se presentan a los candidatos que faltan, se reemplazan a los que no cumplieron con los requerimientos, o se cambian nombres. Es un despute que nos mantiene en vilo.
Las elecciones han tomado un protagonismo tan importante, que el Bicentenario de Bolivia ha quedado opaco como la gestión de los autoprorrogados del Órgano Judicial y Tribunal Constitucional Plurinacional.
Es que somos adictos al estrés. Nuestro apodo debería ser “ollita a presión”. Disfrutamos y nos sentimos más activos en situaciones de alta presión, como con plazos ajustados o proyectos inciertos. Tan boliviano como empezar tarde o decir “un ratito, esperemos que se llene un poquito para empezar” faltando el respeto a quienes sí fueron puntuales.
Esa falta de preparación para todo, nos deja como palo de gallinero. Cagados y tristes.
Encima, hay candidatos con una amnesia de infarto. Ahí está Prado, la ex ministra de Planificación del Desarrollo de Evo, haciéndose a la loca, y prometiendo que “ahora sí las cosas van a cambiar”. Lo mismo le pasa al abogado Del Castillo, militante de las facciones juveniles del MAS, y ex ministro de Arce, que promete poner a “Bolivia Primero”. Se deduce, entonces, que mientras fue ministro y oficial mayor de la Cámara de Senadores puso a Bolivia al final.
Ni qué decir de los candidatos / alcaldes que prometen el cielo, y el infierno para sus municipios. Ilusamente creemos que las elecciones y el 9 de noviembre, al día después de la posesión del nuevo presidente del país, llegará el Súper Man boliviano, para salvarnos de la miseria mental que vivimos.
Somos prisioneros del deporte nacional llamado “Vuélvase mañana con fotocopia de carnet”. Del clientelismo político. De la prebenda, o de la coerción estilo “sino bloqueas te quemo tu cato de coca”. El problema no es el MAS, sino el llunkerío contagioso que abunda por acá, que para mostrar tu preferencia electoral, tienes que hablar mal de otros candidatos.
El Bicentenario debería agregar y modificar frases al Himno, por ejemplo, “me parqueo en doble fila”, “fotocopia de carnet y valorado para su trámite, es nomás personal”, “busco tramitador”, y claro, “vivir esclavos antes para morir después”, la frase de cierre para cantar el lunes, en la iza de la bandera, porque así se hace patria diciendo.
Toca hacer la tarea. Quedan 19 días. No esperemos milagros, pero tampoco nos resignemos. Aún estamos a tiempo de despertar del letargo, de exigir con voz firme y voto consciente. Toca mirar más allá de las promesas recicladas y empezar a leer las intenciones detrás de cada eslogan. No por ingenuidad, sino por dignidad.
Este país nos duele, sí, pero también nos pertenece. Si no lo cuidamos nos lo terminan de rematar. Así que hagamos la tarea, no como el cuate de la U que improvisa en el último minuto, sino con memoria, criterio y coraje. Porque esta vez, la respuesta no puede ser otro cero.
* La autora es periodista