Un sueño llamado Bolivia

EDITORIAL Editorial Correo del Sur 07/08/2025
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Este 6 de Agosto, Bolivia conmemoró el Bicentenario de su declaración de independencia, un hecho histórico que marcó no solo el nacimiento de un nuevo Estado sino, fundamentalmente, redefinió el rumbo que estaban tomando los acontecimientos en la Sudamérica de 1825.

Hablar sobre la complejidad de las tendencias de pensamientos que existían hace 200 años es tema para tesis doctorales. Lo que se sabe, en líneas generales, es que mientras Simón Bolívar soñaba con una confederación constituida por los territorios que había liberado –los Estados Unidos de Sudamérica–, los criollos que mantenían o ganaron posiciones de privilegio apuntaban en otra dirección. Primero discretamente, y después en público, lo acusaron de pretender instaurar una monarquía en la que el rey iba a ser él y no solo desataron una campaña en su contra, sino que intentaron asesinarle.

De inicio, el Libertador se opuso a que las provincias de Charcas tomen una decisión sobre su destino sin tomar en cuenta las pretensiones de Perú y las Provincias Unidas del Río de la Plata –Argentina– que reclamaban derechos sobre este territorio por haber sido, en tiempos coloniales, los virreinatos de los que dependió administrativamente; no obstante, eso cambió cuando llegó al país porque, después, se convirtió en su más entusiasta partidario. Desde luego, mucho tuvo que ver el hecho de que la Asamblea de 1825 le haya puesto su nombre al nuevo Estado.

Contrariamente a versiones decimonónicas en el sentido de que el nuestro fue un Estado fallido, la historia enseña que este territorio tenía una vocación unitaria incluso desde antes de la llegada de los españoles. La crónica del inca Garcilaso señala, por ejemplo, que los pueblos de las tierras altas y bajas sabían mutuamente de su existencia por contactos a nivel de exploración y los primeros llamaban “mosoj runa” o “gente nueva” a los segundos y ese fue el origen del nombre de Mojos. Es más, se habla, incluso, de confederaciones entre estos pueblos.

Cuando los incas conquistaron estas tierras, les dieron el nombre de Kollasuyo, o “tierra de Kollas”, en alusión a la etnia que floreció en las orillas del Lago Titicaca. En tiempos de Francisco Pizarro, ese territorio se denominó Nueva Toledo y, casi de inmediato, con la creación de una audiencia y cancillería real, se denominó Charcas. Fue esta unidad político-administrativa la que dependió primero del Virreinato del Perú y luego del Río de la Plata. En 1825, Charcas –al que se denominó “alto Perú” durante la Guerra de la Independencia–, se erigió en la República Bolívar, hoy Bolivia.

En 1826, con recomendación expresa de Bolívar, un británico llamado Joseph Barclay Pentland recorrió el país y elaboró un informe completo sobre él señalando, entre otras cosas, que tenía recursos suficientes para manejar su propio destino. “Estoy convencido que, en su actual estado de prosperidad, Bolivia no aprobaría una reunión más estrecha con cualquiera de las repúblicas vecinas con el sacrificio de su propia independencia, o ser una provincia de cualquier otro Estado, ya que tiene dentro de ella misma casi todo lo que puede constituir su existencia como un Estado independiente y próspero”, escribió.        

Y es que, en aquello años, Bolivia se había convertido en un proyecto que, bien manejado, podía convertirse en un modelo de organización. Bolívar dejó en el país a su hombre de mayor confianza, Antonio José de Sucre, para que sea el arquitecto del sueño que comenzó a proyectarse luego de que el Libertador se convenciera de que Bolívar podía funcionar como Estado independiente. Es ese sueño el que conmemoramos este 2025: es el bicentenario del proyecto bolivariano que un día se perfiló como un país modelo.

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