Bolivia votante, ¿para adelante?

Monica Briançon Messinger 12/08/2025
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Si irás a votar, que sea para preservar el hábitat del jaguar; para que el mercurio no envenene los ríos; para impedir que los parques naturales sigan siendo botín de mineros cooperativistas, taladores ilegales, amantes de los incendios para “limpiar el campo”, monocultivadores de soya y ganaderos que buscan pasto fácil y expansión agrícola. 

Si vas a votar, que sea por la educación, por el despertar de la inteligencia, el progreso económico sin destruir al medio ambiente y por una salud pública que no dependa de un milagro.

Pero no. Te veo obsesionado con que este domingo 17 de agosto, se dará la llegada del salvador, el redentor que con un chasquido cambiará el timón y nos pondrá en la ruta correcta. 

Tu voto será, ya lo intuyo, el voto envidioso, irresponsable, pupucentrista, infantil. Ese voto del “no elijo a los del masismo porque en 20 años han destrozado al país… entonces voy por el menos peor”. Es el voto de quien quiere que Bolivia salga adelante, pero sin haberse tomado el trabajo de leer un programa de gobierno, de averiguar quién acompaña a su candidato, o si realmente sabe cómo sacarnos de la quiebra técnica que arrastramos hace años.

Eres el clásico nenito que espera que papá Estado, papá Gobierno Central o papá Nuevo Presidente le solucione todo, pero que no se “mete” en política porque ensucia. Así que dejas que otros –los pocos que sí se ensucian– decidan por ti. Luego, cuando te decepcionan, reaccionas como niño mimado: bloqueas, paras, llenas las redes con comentarios negativos o “Me Divierte” con tal de salirte con la tuya. Y así, una y otra vez, sin aprender la lección. De hecho, te apuesto que ni siquiera sabes quiénes son los candidatos uninonimales de tu circunscripción. Ni hablar a qué distrito perteneces.

Si buscas un cambio, empieza por dentro: despierta tu conciencia y fortalece lo poco que queda de institucionalidad después del saqueo masista. 

Porque creer que el voto nulo o blanco es una postura de “dignidad”, es tan ingenuo como dejar la puerta abierta de la casa y culpar al ladrón por entrar. El vacío de poder no queda vacío: lo llenan los mismos de siempre, esos que saben muy bien cómo usarlo… contra ti.

Y ahora, déjame hablarte yo: la Virgen de Urkupiña. 

Me has llenado de serpentinas, mixtura, pétalos y promesas. Has venido desde lejos, gastando miles de dólares (quién sabe de dónde), para bailar a mis pies y arrancar piedras de mi cerro, convencido de que eso te dará plata, casa, camión o título. Te presto lo que pidas, pero nunca me pediste lo único que podría salvarte: sabiduría para elegir, voluntad para defender lo que es tuyo, firmeza para frenar el saqueo de jaguares, quirquinchos, bosques y ríos.

Preferiste bailar y beber como si el milagro fuera automático. Pero no, waway: los milagros no caen del cielo ni salen de una urna. El verdadero milagro es que dejes de ser un feligrés cómodo para convertirte, de una vez por todas, en ciudadano. Porque si no cambias tú, el único milagro que verás, será el de los mismos de siempre robándote a plena luz del día… y tú, como siempre, brindando entre música y cerveza (porque casualmente nunca hay bloqueos en Carnaval y para mi fiesta, no hay crisis, sí hay dinero).

El verdadero milagro empieza en ti, en tu voto consciente, en tu decisión de dejar de ser espectador y asumir que el país no se arregla con rezos ni con promesas, sino con ciudadanos despiertos que se atreven a elegir bien.

 

* La autora es periodista

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