Pensar el voto

EDITORIAL Editorial Correo del Sur 15/08/2025
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El silencio electoral está vigente. Tras semanas de recorridos, actos, entrevistas y spots, la campaña ha ingresado en la etapa de la reflexión. El voto, incluso en campañas pobres de ideas, sigue siendo el acto más poderoso de la democracia. Y el mejor de los deseos, a solo horas de volver a las urnas, es que lo ejerzamos con conciencia, pensando en la Bolivia que queremos ver no solo en cinco años, sino en veinte. El tiempo de las promesas se acabó; el de las decisiones, apenas comienza.

El recientemente concluido ha sido un proceso relativamente breve, pero intenso, por la incertidumbre del resultado. Sin embargo, se ha caracterizado por una escasa ambición a la hora de pensar a largo plazo: mucho se ha hablado de la economía, pero poco del modelo de país que se necesita para superar la larga lista de desafíos que se arrastra desde hace mucho tiempo.

El debate ha orbitado casi exclusivamente alrededor de la situación económica, con propuestas que, en su mayoría, ofrecen soluciones inmediatas y ajustes parciales respecto a la política de las últimas décadas.

Se han prometido subsidios, incentivos y reorientaciones de gasto, pero pocas veces se ha ido más allá para plantear reformas estructurales, estrategias de desarrollo productivo a largo plazo, o cambios institucionales profundos, además de haberse omitido cualquier referencia a la necesidad de ingresos del país.

No se trata de restar importancia a la urgencia económica. Bolivia atraviesa un momento delicado: las reservas internacionales han caído, la producción de gas se reduce, el déficit fiscal persiste y la inflación presiona a los hogares. Son problemas reales que exigen medidas concretas y rápidas, pero gobernar un país no es solo apagar incendios: es también prever, planificar y construir un horizonte compartido.

En esa dimensión de futuro, esta campaña ha dejado mucho que desear. No se han escuchado propuestas claras sobre cómo encarar la crisis energética más allá de renegociar contratos y buscar nuevos mercados. Tampoco se ha debatido en profundidad sobre el deterioro institucional, el acceso a la justicia, la educación en un mundo digital o el cambio climático que ya golpea todas las regiones. Temas todos ellos que, gusten o no, definirán la capacidad de progreso de la población.

La política boliviana sigue atrapada en un juego de espejos con el pasado reciente. En las redes sociales, en la calle e incluso en los foros debates, generalmente, solo se discute de aspectos superficiales. El riesgo de esto es que las soluciones a los problemas, si no se atacan las causas estructurales, se queden en meros parches.

Ahora, la palabra está de nuevo en manos de la ciudadanía. El domingo, 7,9 millones son llamados a emitir su voto. Hasta ahora, Bolivia se ha caracterizado por su alto índice de participación en los procesos electorales. Es de esperar que este 17 de agosto no sea la excepción.

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