Después de casi 20 años, con la sorprendente elección que hicieron Rodrigo Paz Pereira y Edman Lara, del Partido Demócrata Cristiano (PDC), el país experimenta un nuevo viraje político ideológico. El modelo que comenzó con la victoria de Evo Morales en primera vuelta enarboló las banderas del Socialismo del Siglo XXI, un fenómeno regional que incluyó a Cuba, Venezuela, Brasil, Ecuador, Nicaragua, Argentina y, posteriormente, también a Colombia.
En lo nacional, el Movimiento Al Socialismo (MAS) ensayó con éxito un fuerte discurso indigenismo, así como el de lucha contra la discriminación, promoviendo una Asamblea Constituyente que acabó con una nueva Constitución Política del Estado (CPE). En rigor, se trató de un modelo populista cuyo concepto de inclusión se acercaba más al racismo que a cualquier corriente ideológica. Si a eso se le suma el personalismo vertical impuesto por Morales, además de las denuncias de corrupción que se sucedieron durante su mandato, se encuentran algunas de las claves por las que ese modelo se agotó en menos tiempo del que sus impulsores pensaron.
El mensaje que dieron las urnas es muy claro: las recetas económicas que alguna vez funcionaron con el ministro de Morales y luego presidente de Bolivia, sobre todo, por las excelentes condiciones internacionales de los commodities para el país, resulta que fueron rechazadas de plano para la mayoría de los electores este domingo.
La ciudadanía le bajó el pulgar al MAS para votar por una alternativa, y esta resultó toda una sorpresa, pues no se vio reflejada en ninguna de las encuestas conocidas hasta el día de la elección. Rodrigo Paz Pereira y su compañero de fórmula, el capitán Lara, patearon el tablero al posicionarse en un primer lugar impensado.
Esto significa que Paz y Jorge Tuto Quiroga, de la Alianza Libre, el segundo en los comicios, irán a una inédita segunda vuelta el próximo 19 de octubre. Cualquiera de las dos opciones que resultara elegida constituirá un giro ideológico respecto a la propuesta masista que, en esta oportunidad, se presentó dividida en al menos tres facciones.
Los datos —todavía no oficiales, pero con una tendencia clara— demuestran que la gente quiere un cambio. Es el fin de un ciclo y el inicio de otro que aún está por verse. Se acabó una era en la que prevalecieron gobiernos que instituyeron un proyecto basado en la hegemonía política y en la desestructuración de las instituciones democráticas.
La participación ciudadana demostró una vez más que los bolivianos apoyan la democracia y rechazan los intentos de extorsión de quienes promueven liderazgos autoritarios.
Párrafo aparte para el presidente del Tribunal Supremo Electoral, el chuquisaqueño Óscar Hassenteufel, quien lideró el organismo que hizo posible estas elecciones pese a que enfrentó múltiples conflictos, internos y externos. Él fue el artífice del éxito de este proceso electoral.