Bicentenario de Bolivia: Entre la memoria y la esperanza de mejores días

Carlos F. Bejarano Padilla 21/08/2025
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Tras conmemorar el Bicentenario en medio de un proceso electoral –que volvió a evidenciar lo difícil que resulta alcanzar consensos amplios–, Bolivia se encuentra ante una encrucijada histórica. Los ecos del pasado se entrelazan con los desafíos de un futuro incierto y surge la pregunta inevitable: ¿Esta conmemoración y estas elecciones marcaron un verdadero punto de inflexión hacia un proyecto de nación renovada o solo reflejaron las deudas pendientes?

Bolivia es, sin duda, un país de diversidad cultural deslumbrante y espíritu indomable que carga con la paradoja de su historia: un legado de heroísmo, resistencia y resiliencia, pero también de fragmentación política y modelos de desarrollo agotados.

Desde la independencia, dictaduras, populismos y liberalismos efímeros han tejido un entramado institucional frágil, donde los intereses partidarios se han impuesto sobre una visión de largo plazo.

Los recursos naturales, abundantes y codiciados, han sido testigos y víctimas de este ciclo. Las riquezas, en lugar de traducirse en desarrollo sostenido, con frecuencia se han convertido en trampas de dependencia y clientelismo.

A ello se suma la falta de industrialización y de valor agregado, que ha perpetuado una economía de enclave incapaz de responder a los retos del siglo XXI.

Hoy, a diferencia de épocas pasadas, la ciudadanía empieza a dejar en claro que su prioridad no es la disputa ideológica, sino la búsqueda de soluciones concretas que garanticen estabilidad, empleo y bienestar. Este sentir popular revela que, más allá de triunfos o derrotas en las urnas, Bolivia necesita reencontrarse consigo misma.

En este contexto, el fervor del Bicentenario se erige como una oportunidad histórica no para prolongar disputas, sino para proyectar un pacto nacional que reconcilie y unifique. Se trata de un llamado urgente a repensar el país.

Expertos coinciden en que Bolivia requiere una hoja de ruta clara hacia el 2050. Entre las propuestas más relevantes destacan:

- Un Pacto Nacional por la Reconciliación y el Futuro, que articule políticas en educación, salud y economía con visión de largo plazo.

- La reestructuración del Estado, basada en transparencia, meritocracia y digitalización, para recuperar la confianza ciudadana.

- La industrialización del conocimiento, con ciencia, tecnología e innovación como pilares para romper el ciclo de dependencia.

- Un diálogo intercultural permanente, que trascienda el reconocimiento simbólico de la diversidad y se traduzca en políticas reales de inclusión.

- Un desarrollo sostenible e inclusivo, con apuestas en energías limpias, biotecnología, agroindustria inteligente y turismo comunitario.

El desafío, entonces, consiste en transformar la energía del voto ciudadano en una agenda de futuro, donde la demanda por mejores días no se diluya en el ruido de la confrontación. 

Gobernar ya no significa administrar intereses partidarios, sino responder al clamor de un pueblo que pide certidumbre, trabajo digno, seguridad y desarrollo inclusivo.

El Bicentenario debe consolidarse como una oportunidad no para mirar atrás con nostalgia, sino para construir un porvenir donde la unidad en la diversidad, la justicia social y la innovación sean nuevos cimientos de la nación.

Un proyecto que trascienda las divisiones y abrace una visión compartida de desarrollo, aprovechando la energía vital de la juventud que exige participación activa, de las comunidades que demandan reconocimiento y de las mujeres que lideran cambios sociales con determinación.

 

* Es ingeniero comercial de profesión, comprometido con el desarrollo de Sucre y de Bolivia.

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