Pensar que repartiendo dinero se acaba la pobreza es como creer que repartiendo diplomas se termina la ignorancia. Y lo mismo aplica para el famoso Día del Peatón. Creer que un solo día sin autos, motos o buses circulando le dará un respiro a Bolivia es tan ingenuo como pensar que la contaminación se esfuma por arte de magia.
Ese día debe desaparecer, abrogarse. Porque en vez de promover conciencia ambiental, convierte a las ciudades en gigantescos mercados. La contaminación auditiva se dispara gracias a los parlantes que zumban música o la voz de quien intenta venderte cualquier cosa. Y, de paso, se mutilan, talan y matan árboles para abrir espacio a toldos y ferias improvisadas.
Una joyita de las redes sociales, en la página de una alcaldía, me dijo: “Tenemos un chingo de parques y jardines en la ciudad, sonsa. Aparte, las actividades culturales se realizan en su mayoría en avenidas principales. Si le molesta el ruido y la basura, quédese en su pinche casa esperando su premio a conservar su árbol, campeona”.
Su notoria ignorancia es obvia.
Pero no está sola: otras mentes mononeuronales justifican el caos del Día del Peatón con argumentos dignos de museo, como las amas de casa que dicen: “Es que por lo menos un diíta al año mi hijito puede pues circular en su bicicletita que le regalamos”. Señora, el nene no debería tener un diíta al año; debería tener ese derecho todo el año, igual que todos nosotros, sin ser rehenes del transporte pesado, liviano o lo que chuchas sea.
Tener selvas vivas inmensas, agua limpia, bosques de helechos preservados en Samaipata y un Parque Amboró libre de incendios debería ser parte del acervo de la humanidad. Pero las autoridades bolivianas –municipales y gubernamentales– junto a sus ciudadanos mononeuronales se empecinan en seguir incendiando lo poco verde que queda. Este 2025 ya van 4,4 millones de hectáreas arrasadas. Y no se diga que no hay soluciones: está demostrado que se puede criar ganado y cuidar el bosque al mismo tiempo, usando forraje nativo, respetando ciclos del suelo y escuchando a quienes viven en esos territorios.
Ahí está la Alianza entre Bolivia, Argentina y Paraguay por la Sostenibilidad del Sistema Ganadero de Bosque. Un compromiso para producir carne de manera responsable, manteniendo el bosque vivo y en pie. Pero, claro, la comodidad manda. Mientras tu metro cuadrado tenga lo que necesitas para sobrevivir, no moverás un dedo por los bomberos voluntarios que dejan sus pulmones en cada incendio. Tampoco cuestionarás las bobadas llamadas “la locomotora del progreso”, esa máquina humeante, contaminante y destructiva.
Bravo, Bolivia: celebramos con bandas y bicicletas un Día Nacional del Peatón que supuestamente mejora la calidad del aire. Literalmente aplaudimos mientras nuestros bosques arden, la Amazonía se convierte en ceniza y comunidades enteras pierden hogar, como esa pobre Tie Uñá que vive en carpas sin agua ni luz. Pero, ¡qué importa!, si al fin los autos se quedan parados unas horas, ¿no es eso lo que realmente salva el planeta?
Mientras tanto, el fuego –ese invitado no deseado, pero constante– arrasa millones de hectáreas en 2025, con un aumento del 200% en pérdida de bosque primario y una emergencia nacional que, ¡oh, sorpresa!, no logró impedir que sigamos quemando y deforestando “en defensa de la Madre Tierra”. La ironía roza lo sublime: honramos la mitigación mientras fomentamos activamente el desastre ecológico.
Así que, ¿para qué seguir con el teatro peatonal? Si vamos a premiar lo simbólico en vez de lo sustantivo, mejor eliminemos este nefasto Día del Peatón y dediquemos todos los recursos a apagar hogueras en vez de soltar consignas. Total, ¿quién necesita festejar caminando cuando el verdadero problema es que los bosques no están caminando... están ardiendo?
* Es periodista.