Un día como hoy, hace 43 años, Bolivia volvía a la democracia después de décadas en las que las dictaduras militares impidieron el pleno ejercicio de las libertades civiles y del Estado de derecho. Las botas se alejaban del poder y el ciudadano volvía a sentir que su voto tenía valor.
El transitar de Bolivia durante este tiempo no ha sido fácil, pero la memoria de los días negros y aterradores de los gobiernos de facto permitieron que el país pudiera salvar su sistema democrático cuantas veces había sido amenazado.
La fecha del 10 de octubre pasó a formar parte del calendario cívico nacional, aunque no se lo haya resaltado mucho en los últimos años. Es preciso recordarla siempre, pues un día como hoy se inició un proceso que sigue requiriendo la activa y perseverante labor constructora y protectora de quienes consideran que, a pesar de sus muchas imperfecciones y limitaciones, la democracia es el mejor de todos los sistemas de organización política experimentados hasta ahora por la humanidad.
En verdad no ha sido nada fácil mantener durante estas más de cuatro décadas la continuidad del proceso democrático del que todos nos beneficiamos. Ha habido en todos estos años más de una circunstancia tan difícil que a punto estuvimos de retroceder a tiempos pasados y ojalá nunca más repetidos.
Tales dificultades, sin embargo, lejos de disminuir en algo la importancia y el valor de estos 43 años de democracia continuada, no hacen más que multiplicar el mérito que en mayor o menor medida a todos corresponde, pues la construcción democrática es una obra colectiva solo posible con participación social, con mucha frecuencia, incluso a pesar de los líderes políticos y de organizaciones e instituciones.
Sirva esta conmemoración de vigencia ininterrumpida de la democracia de buen motivo para reflexionar sobre los aciertos y desaciertos que, al combinarse continuamente, dieron como resultado el país en que hoy vivimos.
Aunque se pueda llegar a la conclusión de que el balance es positivo, pese a haberse temido en diferentes etapas por la vitalidad del proceso democrático, conviene no pasar por alto que este 10 de octubre encuentra a los bolivianos con un sistema lastimado. Durante la dilatada gestión de Evo Morales, la Constitución Política del Estado fue tan pisoteada, y de manera tan evidente, que no hace falta recordar que el país estuvo al borde del abismo, especialmente después del fraude electoral de 2019. Para fortuna de todos, esa y otras pruebas fueron exitosamente superadas.
Hay todavía peligros que se ciernen sobre la democracia, que, más allá del acto de votar, consiste principalmente en la plena vigencia de unas reglas de juego que posibilitan la alternancia en el poder, que cierren las puertas al ejercicio abusivo de este mediante un sistema equilibrado de pesos y contrapesos y garantizan el pluralismo político, la libertad de expresión sin cortapisas y la vigencia irrestricta de todas las cualidades propias de un Estado de derecho.